Han pasado más de seis meses desde que 11.900 barriles de petróleo se derramaron sobre el litoral peruano, afectando gravemente a la flora y fauna de la zona. El accidente se produjo en La Pampilla, una refinería subsidiaria de Repsol. Según fuentes del Ministerio del Ambiente del Perú, este ha sido uno de los peores accidentes medioambientales de la historia del país. Las consecuencias han sido devastadoras para los ecosistemas del litoral: la pérdida de la flora y fauna silvestre, la contaminación de parques y reservas naturales y la destrucción del medio de vida de miles de pescadores.
La ignominia de Repsol hacia el país latinoamericano es digna de asombro. No solo camuflaron la gravedad del impacto inicial del derrame, sino que además justificaron el descuido de sus infraestructuras escudándose en el terremoto de 5,2 grados que sacudió Tonga a inicios del año. La justificación no es solo perversa, sino que también responde a una ignorancia vergonzosa. Según un informe del Congreso del Perú, hecho público por Associated Press, las tuberías de la refinería tenían casi 50 años de antigüedad, sin la debida renovación o mantenimiento.
Hasta la fecha, la empresa no ha indemnizado de manera realista al estado peruano ni a los pescadores, a los que han entregado bonos de 3000 soles, el equivalente a 760 euros. Por su parte, el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi) ha impuesto una demanda a Repsol por 4,500 millones de dólares. El pleito legal probablemente se alargará mediante las argucias que la petrolera utilizará para dilatar la disputa.
Esta no es la primera vez que un derrame de petróleo afecta a las comunidades locales. En 2016, Amnistía Internacional exigía a la compañía estatal PetroPerú, reparar a las comunidades de la Amazonía por el derrame de crudo que se produjo por el descuido del oleoducto Norperuano. Cuatro años después, en el país vecino, instó a las autoridades ecuatorianas para que aceleraran la reparación de los pueblos indígenas afectados.
El cambio climático no afecta a todos por igual, porque son las comunidades más pobres de los países del sur global quienes sufren las peores consecuencias de las catástrofes ambientales. Es importante recordar que, mientras Europa se consume entre fuegos forestales, otros países como Perú, el segundo país con mayor territorio del Amazonas, padecen de la indolencia de empresas privadas y públicas, extranjeras y nacionales, que se jactan de cumplir con los más altos estándares de seguridad. Repsol debe responsabilizarse por los daños irreparables ocasionados al ecosistema del litoral peruano.