T. es joven, trabajador en precario, ligeramente embrutecido, indolente y tan culturalmente limitado como un plato de pasta. Dice estar en contra de los impuestos y cree que el calentamiento global es una exageración. Va por ahí como perro apaleado y busca refugio en su apaleador. Aunque su apaleador, las clases dominantes a las que vota, lo desprecia y ridiculiza.
El furbo y el consumismo cutre, entre otras adicciones, han evaporado su espíritu crítico, como un vaso de cerveza dejado al sol.
Ahora vive envalentonado, creyéndose en el lado de la verdad, cuando es un vencido con pocos estudios, menos futuro y precarizado en casi todos los aspectos de su vida. Sin embargo, cree firmemente que el Sueño Español es mejor que el American Dream, ¡dónde va a parar! T. es capaz de ver cómo gente con el Coeficiente Intelectual de una remolacha se puede convertir en Bertín Osborne o El Turronero. Gente con éxito, como Mario Conde o Belén Esteban. Famosos porque sí. Famosos que representan una sociedad esperpéntica, la España más mierda.
T. es un joven rehén de populistas sin escrúpulos que aprovechan sus quejas difusas y sus temores para narcotizarlo con una verdad distorsionada, y ofrecerle soluciones disparatadas que acentúan, aún más, la desigualdad de que es víctima. Y al fondo del todo, el capitalismo depredador que no muestra su verdadera cara ni sus intenciones reales.
Que el capitalismo, se ponga el disfraz que se ponga, esté interesado en la igualdad, es pura ciencia ficción. Quién le puede hablar hoy a T. de cohesión social, de valores cívicos, de democracia. Quién es el guapo que le muestra que la desigualdad no sólo es injusta, sino también indignante, aunque venga envuelta en papel de colorines.
Quién lo convence de que vivimos en una sociedad organizada en torno a una idea: los que es beneficioso para la comunidad, es bueno para ti; si bien, lo que es bueno para ti no siempre resulta provechoso para la comunidad.
Dejamos pasar la oportunidad de defender esa idea. Cuando estábamos para poder ser, no pudimos o no quisimos ver la calamidad que se nos avecinaba en el futuro. Hoy sabemos perfectamente que la Transición fue la continuación del franquismo por otros medios. T. lo ignora, pero vive con ello.