El escritor Stefan Zweig, el producto más acabado del humanismo europeo, va camino de Petrópolis, en Brasil. Es 1942 y se dirige a la muerte, profundamente afectado por la guerra en Europa y el terror de los fascismos. La decepción, la tristeza, el desarraigo y el miedo lo han derrotado.
Mientras Europa se destruye a sí misma, él se suicida. En la nota que deja, desea a sus amigos que vivan “para ver el amanecer tras esta larga noche”.
Hoy, 80 años después, Europa sigue destruyéndose a sí misma. Locos, comerciantes de la muerte, matones con misiles y esbirros de la palabra de poder, están venciendo a los partidarios del poder de la palabra.
Y nos quieren mansos. Mansos, no pacíficos, porque ser manso incluye credulidad e inacción. Ser manso amplía la predisposición a ser anestesiado con ideas tóxicas. Ser manso no es una virtud, como tampoco lo es ser desdichado.
La ola ultra, nacionalista y xenófoba no nos debe pillar desprevenidos otra vez. Esa ola que avanza incontenible por Europa, unos con tanques y blindados, otros con una máscara de incorrección política que seduce a jóvenes despistados. Pura demagogia, por eso cada vez vemos menos anacrónicos y letales el supremacismo, el nacionalismo y el desprecio al diferente. Están normalizando el horror y ser negacionista hoy es guay, la violencia de género es mentira, los Derechos Humanos son cosa de abuelos, una antigualla.
Dan miedo, da miedo su violencia, su odio y su xenofobia, porque están a favor de las razones que proporciona la fuerza.
Un fantasma recorre Europa. Los tanques y la ultraderecha maceran a Europa en su propio jugo, odiando y sintiéndose poderosos frente al débil, y con cada menosprecio y con cada insulto se apropian de conceptos sagrados como la Paz, la Libertad y la defensa de la Democracia.
La izquierda, mientras, ha perdido su timbre de rebeldía y se dedica a debatir si el Frente de Liberación de Judea o el Frente Judaico de Liberación.
Lo mismo es hora de cantar otra vez por Europa: “Una mattina mi son’svegliato / O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao / Una mattina mi son’svegliato / E ho trovato l’invasor”.