Marx, fenicios y pesetas: una reflexión sobre el dinero

Este artículo sintetiza una concepción del dinero desde la teoría monetaria marxista, sus cambios, dinámicas, funciones y tipos, recurriendo para ello a la historia. Se exponen ejemplos de la evolución temprana del dinero y sus precedentes con el foco puesto en la Antigüedad, pero llegando hasta la actualidad

Filósofo y economista. Forma parte de EReNSEP Writing Collective 

Un retrato de Karl Marx.

En las sociedades precapitalistas, habiendo sido estas de lo más variadas, el trabajo se realizaba por la utilidad concreta que tenía. Dicho trabajo respondía a unos servicios y funciones en consonancia con la organización social correspondiente y sus diferentes relaciones sociales de dependencia. El acceso a los recursos se daba a través de mecanismos como la redistribución, la apropiación directa, los regalos o la economía de subsistencia, siendo los mercados muy marginales dentro de esas sociedades.

En cambio, era entre distintas civilizaciones y pueblos, entre gente desconocida de diferentes lugares y culturas, en donde sucedían el grueso de los intercambios mercantiles. Estas ideas pueden encontrarse en los textos de Karl Marx, de Marcel Mauss y de Karl Polanyi, y parecen ser consistentes arqueológica e históricamente. La teoría monetaria marxista, la base teórica de este artículo, sostiene que son en esas zonas de frontera, en las cuales se daba el comercio entre forasteros, donde surgió históricamente el dinero propiamente dicho. Todo empieza con los metales preciosos, principalmente con el oro.

Teorías monetarias

Podemos rastrear el dinero muy atrás en el tiempo, milenios atrás. No se puede situar una fecha exacta de surgimiento. Tal vez nunca se pueda, pues la historia humana es un movimiento continuo, y las ideas y experiencias se han transmitido y evolucionado contínuamente. Hay varias teorías sobre el surgimiento del dinero, que a su vez implican una determinada concepción en torno a lo que es. Dichas teorías pueden reunirse en dos grupos principales, aunque obviamente hay más.

El primer conjunto de teorías son las teorías tradicionales, las de la economía mainstream, que afirman que el dinero surgió para superar las ineficiencias económicas del trueque, siendo un instrumento neutral guiado por los mercados. Consideran, en términos muy generales, que el nivel de precios viene determinado por la cantidad de dinero que hay en circulación (teoría cuantitativa del dinero). Lo cierto es que no hay evidencias de fases generalizadas de trueque que evolucionen en la monetización de las sociedades.

El segundo conjunto de teorías, muy de moda actualmente, puede resumirse en una defensa del surgimiento estatal del dinero. Básicamente, que son las autoridades las que crean el dinero en cualquiera de sus formas, pudiendo ser simplificadas todas ellas en una relación entre deudor y acreedor. Forman parte de la tradición anticuantitativa, la consideración de que los precios determinan la cantidad de dinero en circulación. Hay muchas versiones de estas ideas (cartalismo, teorías crediticias, teoría monetaria moderna, etc.), pero considerar que el dinero surgió estatalmente hace milenios es sin duda una concepción presentista del pasado, y afirmar que todo dinero es deuda es un error. Claramente ha habido, y hay, dinero mercancía. 

Habitualmente, las funciones del dinero suelen resumirse en unidad de cuenta, medio de pago y reserva de valor. Las teorías tradicionales del dinero hacen hincapié en la función de medio de pago, y las teorías 'estatalistas' del dinero (por llamarlas de alguna manera) lo hacen en la función de unidad de cuenta, aunque obviamente todas aceptan las tres. Pero, para Marx, hay otra función que es la primordial: ser medida del valor, la cual actúa como estándar de precios cuando la unidad de cuenta se establece políticamente. De hecho, la clasificación que él hace de las funciones difiere de la simple mención de las tres típicas, pues desarrolla una aproximación y evolución dialéctica. Primero sitúa la medida del valor, seguida de medio de intercambio y de “dinero como dinero”, una función que desglosa en atesoramiento (o reserva de valor), medio de pago (muy ligado al dinero crediticio) y dinero mundial (el máximo desarrollo posible). 

Marx estuvo muy influenciado por las ideas mercantilistas, que rechazaban los equilibrios automáticos de las balanzas comerciales y señalaban la influencia del atesoramiento monetario en las crisis económicas, en oposición a los economistas clásicos, pioneros de las que he llamado teorías tradicionales. Cabe señalar que sus ideas también forman parte de la tradición anticuantitativa del dinero, considerando que son la producción capitalista y el valor los que afectan al nivel de precios, sin negar la influencia circunstancial de determinadas políticas monetarias y de ciertos factores pertenecientes a la esfera del intercambio (o circulación).

La función primigenia del dinero hay que entenderla desde la teoría del valor de Marx, para quien el valor (económico) es una cualidad objetiva, es decir, una norma social generalizada que no depende de la voluntad humana individual. Si bien hay bastantes interpretaciones de sus textos, la lectura más habitual es que el valor es el trabajo igualado o abstracto contenido en las mercancías, tiempo de trabajo socialmente necesario. Esto se da bajo unas determinadas condiciones de producción, las cuales se van desarrollando históricamente.

Por supuesto, las mercancías tienen valores de uso, las utilidades concretas que siempre han tenido las cosas, cualidades que evidentemente son transhistóricas. Para Marx, las mercancías son tales porque tienen al mismo tiempo valor de uso y valor. Los productores están interesados en el valor, que pertenece a la esfera de la producción, manifestándose en el intercambio como valor de cambio y, finalmente, como precio de la mercancía (el cual está influenciado también por otros factores, económicos y no económicos). A los compradores les interesa el valor de uso, a no ser que compren para revender.

Con el trabajo pasa lo mismo, está el trabajo concreto, tareas humanas realizadas por su utilidad concreta, y el trabajo abstracto, el trabajo capitalista igualado, es decir, el que produce el valor y las mercancías. Y luego, fruto de la influencia aristotélica en las ideas de Marx, están las cosas con la forma mercancía: aquellas cosas que, sin haber sido producidas a través del trabajo abstracto, y por tanto sin tener valor, han sido mercantilizadas, por lo que tienen valor de cambio (como una simple relación cuantitativa) y precio. Estas cosas, al no estar basadas en el valor, están mucho más influenciadas por factores no mercantiles e incluso no económicos, como la costumbre, la confianza, el compromiso o el poder. El ejemplo típico es la tierra, pero también pueden ser cosas como activos financieros, o un video no profesional que se vuelve viral en YouTube y se monetiza.

Este es un resumen enorme de una teoría muy compleja y con muchísimos matices, estando mi lectura y síntesis de esta muy influenciada por las ideas de Costas Lapavitsas y la escuela de marxismo japonés de Kozo Uno. Marx también desarrolla un génesis puramente lógica del dinero, que no expondré. Considero crucial destacar de nuevo que el valor tiene un desarrollo histórico, conformándose completamente con la revolución industrial y el trabajo asalariado, y continuando con su desarrollo y mutabilidad hasta el momento presente. Por tanto, el valor acaba de conformarse cuando claramente hay trabajo capitalista igualado, o trabajo abstracto (tiempo de trabajo socialmente necesario). En ese momento, el valor, en tanto que norma social generalizada, es percibido homogéneamente por la sociedad y rige cada vez más aspectos de la vida humana bajo el capitalismo. Se trata de humanos concibiendo las características de su trabajo como externas, como valor objetivo contenido en su propia producción. El fetichismo de la mercancía. Por último, aunque el valor no acabara de conformarse hasta los siglos XVIII y XIX, se puede rastrear su genealogía muy atrás en el tiempo, en todos los intercambios comerciales que tenían lugar en las zonas de frontera y entre gentes de lugares diferentes, siendo los metales preciosos su materialización histórica.

Una mirada al dinero en la Antigüedad 

En el Creciente Fértil se emplearon tokens ligados principalmente al cultivo de cereales desde las consideradas como las primeras manifestaciones de agricultura, a partir del noveno milenio a.C. Estaban hechos de madera o arcilla, representando bienes y cantidades, y se usaban para administrar las economías agrarias redistributivas de la época. Como ha estudiado la arqueóloga Denise Schmandt Besserat, durante unos cinco milenios sirvieron para administrar las reservas comunales de cereales, volviéndose más sofisticados con la aparición de las primeras ciudades en Mesopotamia y el Antiguo Egipto. Y desapareciendo con la llegada de la escritura cuneiforme. Evidentemente, hubo más lugares prehistóricos que emplearon signos y tokens para la contabilidad (y para más cosas). De hecho, las tesis difusionistas están siendo cada vez más contestadas, encontrando comunicación escrita y signos comunes con significado desde el Paleolítico superior en multitud de sitios de nuestro planeta. Estos tokens y signos son relevantes como influencias paleolíticas en el posterior surgimiento y desarrollo del dinero.

Las civilizaciones sumeria y egipcia, al igual que otras, usaron sistemas de contabilidad que perfectamente pueden considerarse un precedente del dinero crediticio. Estos sistemas se emplearon internamente, para administrar los bienes y servicios dentro de esas sociedades y para cobrar tributos, empleando la plata (Sumeria) y el oro y la plata (Antiguo Egipto) como unidades de cuenta, las cuales también incluían equivalencias en cereales. Pero sin usar físicamente los metales, que obviamente no estaban al alcance de la gente corriente.

Un comerciante sumerio o un oficial del faraón, cuando mercadeaba por ejemplo con gente procedente del valle del Indo, solía hacerlo con metales preciosos. Igualmente, si había que pagar a mercenarios forasteros, se puede afirmar con una altísima probabilidad que no aceptarían una “entrada contable” sumeria o egipcia como pago, sino oro o plata. De hecho, fueron precisamente los pueblos errantes y los pueblos marinos, que vivían en y entre los grandes imperios, los que más mercadeaban, haciéndolo con metales preciosos. 

Juan Maluquer, en su obra Tartessos, narra cómo los fenicios dominaron el comercio mediterráneo compitiendo con los pueblos griegos. Los navegantes fenicios reactivaron las rutas comerciales micénicas al Occidente, pasando las Columnas de Herakles y llegando a la desembocadura del río Tartessos, el Guadalquivir. Allí comenzaron una próspera relación comercial con los reyes y con la población indígena tartesia y acabarían fundando Gadir (Cádiz) en torno al año 1100 a.C., una colonia empleada como base comercial. Traían manufacturas exóticas y otros productos y se llevaban metales a Oriente. Oro, plomo, hierro, cobre y estaño, pero sin lugar a dudas fue la plata su gran mercancía. Fueron los árbitros del comercio mediterráneo por un tiempo, pues la plata era altamente demandada por un Egipto que se expandía hacia zonas que comerciaban con este metal desde hacía mucho tiempo. Parece ser que el comercio fenicio llegó a saturar el este con la plata tartesia.

En general, los fenicios fueron un pueblo marino que vivió entre los grandes imperios mesopotámicos (anatólico y egipcio), con ciudades independientes por todo el Mediterráneo gobernadas por monarquías locales, con vasallajes más o menos efectivos. Retomando la argumentación, parece lógico que tuvieran en el comercio su principal factor económico. El mercadeo era una relación social bastante extendida entre la población fenicia, al igual que entre otros pueblos semitas como el hebreo y entre varios de los pueblos griegos coetáneos. Esto sucedía por la naturaleza fronteriza y “extranjera” de los contextos y lugares que habitaban dichos pueblos, además de otros y diversos factores históricos. 

Los metales preciosos, aparte de emplearse como dinero entre sociedades, eran acumulados por las distintas élites debido a sus usos relacionados con el estatus social, la religión y otras creencias. Un hito crucial en la historia del dinero es precisamente cuando dichos metales se acuñaron, la aparición de las primeras monedas. Puede que el primer dinero acuñado fueran las monedas del León de Lidia, localizadas al oeste de la península de Anatolia y datadas del siglo VII a.C. Estas monedas se fabricaron primero con electrum (una aleación compuesta principalmente de oro, junto con plata y otros metales en proporciones variables), y poco después, bajo el reinado de Creso, el sistema de acuñación de monedas lidio cambió, con monedas estandarizadas de oro y plata con mayores purezas. 

Las monedas lidias influyeron enormemente en el dinero persa después de la conquista aqueménida de Lidia, así como en la acuñación de monedas en Atenas y otras ciudades de la costa y las islas del Egeo. Estas monedas lidias (a partir de Creso) y aqueménidas, los estáteros y los dáricos, influyeron en acuñaciones de grandes potencias como la Macedonia de Filipo II y de su hijo Alejandro Magno o el imperio Kushan, habiendo una continuidad en el peso y la ley. Había poderes locales que acuñaban hasta la simbología de superpotencias a las que no pertenecían, como diferentes tribus celtas acuñando monedas con símbolos macedonios, encontradas en diversos lugares europeos de las actuales Francia, Bélgica, Suiza o el Reino Unido. Esto se debe a que era el dinero empleado en el comercio entre pueblos, y también para pagar mercenarios (los celtas fueron mercenarios pagados por los griegos, y cobraron e imitaron los estáteros de oro de Filipo II y Alejandro), al igual que se han encontrado dáricos aqueménidas en lugares como la Grecia continental o Italia por los mismos motivos. Aunque, obviamente, con el paso del tiempo la mayoría del oro se funde y se reutiliza.

En China encontramos otras candidatas a ser las primeras monedas humanas, con cecas que datan de los siglos VII-VI a.C. Se trata de monedas de cobre y bronce principalmente con formas de espadas y cuchillos, y posteriormente circulares. Dichas monedas tenían un agujero cuadrado en el centro para apilarlas en racimos y fueron usadas en los diferentes estados bajo las diversas dinastías para transacciones y acaparamiento relacionados con el comercio estatal doméstico, la administración y cuestiones redistributivas. Las monedas, en cualquiera de sus formas, se utilizaban dentro de la nación china y su área de dominio e influencia durante los tiempos imperiales, con sus fronteras cambiantes con el paso de los milenios. 

Las ideas fluyen y los pueblos fronterizos se influencian mutuamente, encontrando este tipo de dinero fiduciario en otras sociedades de la región, en las actuales Vietnam, Corea (las dos) y Japón, con sus diversas relaciones de vasallaje con la China imperial. De hecho, el año pasado se descubrió en Japón un tesoro con más de 100.000 monedas de este tipo enterradas, muchas de ellas con simbología china. Pero cuando había que comerciar con gente lejana se utilizaba principalmente oro en bruto, siendo por tanto un tipo de dinero superior a las monedas. Obviamente, con el tiempo, en China también se acuñó el oro, teniendo una historia monetaria llena de episodios interesantes, como monopolios monetarios estatales intercalados con períodos de “libre emisión” de dinero, o la primera aparición conocida de papel moneda durante la dinastía Song.

Las monedas chinas son un claro ejemplo de dinero fiduciario, igual que el papel moneda que se extendió posteriormente, requiriendo por tanto de confianza en las autoridades emisoras y solo siendo aceptado en las tierras bajo su dominio o influencia. Es decir, se trataba de dinero de ámbito doméstico (entiéndase en un sentido amplio) para los súbditos o ciudadanos de determinadas sociedades, igual que los antiguos sistemas contables o crediticios sumerio y egipcio. Pero cuando había que pagar fuera de esas sociedades, se empleaban los metales preciosos.

Volviendo a las ideas sobre el dinero de Marx, aunque el acceso a los recursos se daba principalmente a través de otros mecanismos, ya se pueden observar varios tipos de dinero (o cosas muy similares) a lo largo de la Antigüedad. La función primordial de medida del valor es la que se está gestando históricamente, pudiéndose observar la unidad de cuenta, además del intercambio y el atesoramiento en su genealogía. La teoría monetaria marxista permite hablar de grados, de cosas que evolucionan. La función de medio de pago se hace más que evidente con la aparición de las monedas, al acuñar los metales, con las de oro y plata siendo empleadas principalmente para el comercio y el soborno entre gente extranjera y para pagos como servicios mercenarios. Pero esta función se extendió cuando llegó el capitalismo, junto con la propagación del dinero crediticio, expandiéndose muy rápidamente a medida que maduraba.

Dinero mundial y neopeseta

Para Karl Marx, el dinero mundial es el máximo desarrollo posible del dinero: una divisa que funciona como medio de pago en el mercado mundial y como reserva de valor general. Es la materialización absoluta de la riqueza en general. Como no se puede considerar que hubiese un mercado (totalmente) mundial precapitalista, cabe decir que el dinero mundial se desarrolló plenamente bajo el capitalismo. Pero, una vez más, y siguiendo una metodología dialéctica, las distinciones categóricas muy rígidas han sido sustituidas por formas y conceptos que evolucionan.

En este sentido es evidente que las monedas aqueménidas, al igual que las romanas, que las que se acuñaron posteriormente en árabe, o que el real de plata español, entre otras en la historia de la humanidad, fueron algo muy parecido al dinero mundial. El oro, y a veces también la plata, han funcionado como proto-dinero mundial. Es una cuestión de grado, de desarrollo y expansión del valor.

Pongamos el caso de la península ibérica. Los reyes visigodos, al igual que ocurrió con los pueblos celtas anteriormente mencionados, acuñaron monedas romanas (solidus y tremisses), con sus pesos y leyes, y con las imágenes y símbolos de Bizancio. Esto sucedió hasta Leovigildo, que mantuvo el peso y la ley, pero puso su propia simbología. Se han encontrado varias cecas en la Hispania visigoda con monedas de oro acuñadas a la bizantina. Esto sucedió también en otros reinos godos del antiguo Imperio Romano Occidental, con merovingios y ostrogodos, entre otros, acuñando moneda imperial bizantina. Avanzando unos siglos, cuando Hispania se llamaba el Ándalus, encontramos ejemplos similares.

En el siglo XII se empezaron a acuñar maravedís de oro en territorios cristianos con el mismo peso y composición que los musulmanes, en un principio incluso con caligrafía árabe, la lengua comercial y cultural en el Mediterráneo del momento. Alfonso VIII de Castilla y Fernando II de León comenzaron a acuñar la moneda que ya se empleaba como unidad de cuenta desde hacía mucho en gran parte de la península, y que era la divisa oficial en las zonas musulmanas. El maravedí se cambió por y a veces convivió con la dobla o el dinar de oro, homogeneizando los pesos y la composición metálica en la península y el Magreb (y en tantos otros lugares). Obviamente, la calidad de la ley varió a lo largo de los siglos en los distintos reinos (o taifas), empeorando en épocas de crisis.

Saltando varios siglos y avanzando a través de la Modernidad, se va conformando el modo de producción capitalista. Con la extensión del comercio, la producción se va enfocando en el intercambio cada vez más, la banca y el colonialismo europeos se expanden, extendiéndose los sistemas crediticios y creándose un mercado internacional cada vez más global. Fue el imperialismo inglés el que desarrolló el mercado mundial totalmente, con la libra esterlina ligada a sus reservas de oro, siendo generalmente aceptada por todo el planeta y con unas finanzas capitalistas sofisticándose cada vez más desde la City de Londres. En ese momento el oro tenía ya el máximo desarrollo monetario posible, siendo claramente dinero mundial (e histórico). El relevo lo tomó Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial, cortando el vínculo con el oro en 1971-73 (aunque ya desde la Primera Guerra Mundial fuese principalmente teórico) y dando comienzo a la financiarización de las economías.

El dinero emitido por la Reserva Federal de los Estados Unidos es el dinero mundial contemporáneo, con todo un entramado de instituciones, organizaciones y sistemas financieros y económicos que hacen del dólar su gran herramienta imperial. Es el coordinador del mercado mundial. Domésticamente, el grueso del dinero es dinero crediticio privado, creado por bancos comerciales de los distintos países al realizar operaciones de préstamo y sustentado por el dinero del banco central, que es precisamente un híbrido entre dinero crediticio y fiduciario. En general, los sistemas crediticios están compuestos por relaciones jerárquicas de crédito, coronadas por las relaciones de crédito del banco central. El dinero del banco central es el medio de pago final con el que la banca privada realiza la liquidación contable de sus propios dineros crediticios. Todo esto es una completa novedad histórica fruto del desarrollo capitalista, con la expansión del valor y los mercados. 

El dinero crediticio depende totalmente de su emisor, siguiendo una trayectoria circular a través de la cual es eliminado cuando retorna a este, en oposición al dinero mercancía, que no depende del emisor (es “impersonal”) y sigue una trayectoria aleatoria, permaneciendo en la esfera del intercambio. Con la llegada de los tiempos revueltos, los países repatrían su oro, con la curiosa excepción del gobierno argentino. Compran y acumulan todo lo que pueden, no solo Estados e instituciones, sino en general. El oro es un “refugio seguro” (una reserva de valor), mucho más que el dólar. Es el dinero mundial por excelencia, el dinero mercancía histórico en el que está materializado el valor desde hace milenios. 

La propia naturaleza del dinero está en un momento de cambio, probándose a aplicar la contabilidad distribuida (DLT) propia de las criptomonedas al dinero del banco central y a los sistemas de pago. Esto podría ser positivo, más allá de la polémica en torno al control social que posibilita, que no es tan distinto del llevado a cabo con un dinero crediticio que lleva décadas digitalizado. O podría no serlo.

Las CBDCs (las que están basadas en la contabilidad distribuida, pudiendo ser consideradas criptomonedas de curso legal, como el e-CNY chino) no son dinero crediticio, sino dinero fiduciario cuyas dinámicas se asemejan más al dinero mercancía. Esto puede sonar contradictorio, pero hemos visto cómo la historia del dinero es una constante evolución y mezcla entre distintos tipos que a su vez inciden más o menos en una u otra función, con unas jerarquías monetarias que responden a dichas características y al poder. 

Una CBDC emitida por un gobierno que responda a intereses populares podría facilitar el control social de las finanzas y la banca privada. En lo que respecta a las criptomonedas (las surgidas en el ámbito privado), están siendo absorbidas por unas finanzas globales capitaneadas por los Estados Unidos, con unas stablecoins (con cambio fijo con el dólar, o casi fijo) en proceso de regulación e integración, y con las más famosas de las volátiles (BTC, ETH, etc.) siendo cada vez más usadas por diversos motivos. Estas últimas, con las que se implementó por primera vez la contabilidad distribuida al inventarse Bitcoin, son un ejemplo muy interesante de estudiar, observando si algo que pretende ser dinero logra desarrollar todas sus funciones, sobre todo la de unidad de cuenta. Y, si lo logra, cómo lo hace.

El ámbito de la producción (o la oferta) siempre debe estar en la mira de un Estado capitalista que crea dinero, pues las reformas exclusivamente en el ámbito del intercambio tienen un alcance muy limitado a la hora de reorganizar la producción y sus relaciones sociales. Esto no significa, ni mucho menos, que la soberanía monetaria no sea extremadamente importante. Imaginemos por un momento que España abandona el euro y adopta una nueva peseta. No es que vaya a ser dinero mundial, evidentemente, pero al menos facilitaría la capacidad de llevar a cabo políticas estatales/regionales/locales enfocadas a reorganizar la producción y sus relaciones sociales. Y luego se podría lograr una neopeseta que sí funcionase parcialmente como dinero mundial, pues parece que el Sur Global, ante el declive del unipolarismo estadounidense, está tratando de diseñar un sistema monetario global multidivisa (posiblemente basado en DLTs). Aunque esto es pura ficción, es todo muy incierto y hay miles de factores. Por ahora seguimos cayendo por un barranco lleno de chiringuitos playeros, resorts y Mc Autos.