Siento cierta decepción en la relación entre científicos y políticos. Siento cierta decepción ante el posicionamiento de los políticos frente a la propuesta de una veintena de científicos de elaborar una auditoría de la gestión de la pandemia. Siento la tardanza en que después de 6 meses de una carta en la revista Lancet no hayamos casi avanzado. Siento la decepción de que el día a día supera a los políticos para establecer una relación franca y transparente con los científicos. Siento que se pueden cerrar uno de los escasos puentes de transferencia del conocimiento entre la academia y las instituciones públicas. Siento que nuestros representantes políticos y los partidos a los que pertenecen tienen una excesiva dependencia de sus asesores de comunicación. Es decir, mucho corto plazo.
Algo falla en España en el punto de encuentro entre decisiones políticas y conocimiento experto, entre políticos y científicos, entre gobiernos y especialistas. La pandemia ha hecho evidente el desacople cómo explicaba Ángel Munárriz en un artículo en Infolibre. Una y otra vez, los responsables políticos acuden a la misma coletilla: “Hacemos lo que nos dicen los expertos”. Pero no siempre cuadra. Un ejemplo que explica Munárriz: “En Andalucía, antes de Navidad, el Gobierno autonómico ordenó cerrar los bares de 18:00 a 20:00 horas invocando “informes científicos” de los “equipos de epidemiología” que no hizo públicos. Tras las quejas del sector, suavizó la medida. ¿Con qué informes? Los expertos son situados como pararrayos y como excusa. Y además si el dictamen de los expertos conviene al poder político, se saca a bombo y platillo; si no conviene, se guarda”.
Uno de los grandes descubrimientos científicos de este año 2020 para mi, ha sido sin duda Helena Legido, una investigadora de la London School of Hygiene and Tropical Medecine. La conocí en una conversación que tuvimos los dos en la revista científica @GacetaSanitaria, hablando sobre la pandemia. Me gustaron muchas cosas de la entrevista: una su frescura, dos su capacidad de interacción (era importante para ella contratar su opinión con lo que yo pensaba) y tres su capacidad de trabajo. Me gustaron también sus análisis de la pandemia. A partir de ello, coincidimos en la gestación de la carta a @TheLancet que élla junto a Alberto García Basteiro montaron a los que ayudé en la carta como el resto de los 20 firmantes así como a la búsqueda de la personas que podrían firmarla. Posteriormente, los contactos han sido diversos y siempre muy agradables. Hemos coincidido en las reuniones con @salvadorilla, así como en las reuniones online para escribir el artículo o en las llamadas que nos hemos ido haciendo.
Helena, escribió hace unos días, unas recomendaciones para mejorar la relación entre Gobierno y asesoramiento científico en UK, con lecciones para otros países.
1. El Gobierno debe aplicar la técnica "red teaming", grupos que se encargan de encontrar debilidades en una propuesta, sobre todo durante las crisis.
2. El Gobierno debe mejorar la forma en que establece las bases de sus decisiones, incluso mediante la publicación de análisis adicionales.
3. El consejo de ministros debe asegurarse de que los comités del gabinete de Covid19 utilicen un marco de decisión claro que integre el asesoramiento científico, económico y de otro tipo y tengan la capacidad y financiación suficiente para que sus medidas se implementen.
4. El primer ministro y los secretarios de estado deben priorizar el desarrollo de relaciones de trabajo sólidas con sus asesores científicos, incluso a través de inducciones y ejercicios de planificación.
5. El Gobierno debe fortalecer la capacidad científica en toda la administración pública, incluso asegurándose de que los asesores científicos tengan suficiente influencia y recursos.
¿Qué falla en esa relación entre política y ciencia? Y en el artículo de infoLibre de Munárriz emergen algunas ideas que destaco y retoco:
1) Debe haber canales estables.
2) Elegir sólo científicos de tu cuerda arruina el trabajo. Los expertos deben ser plurales ideológicamente.
3) Pecan las dos partes: una por desconfianza política, la otra por soberbia intelectual.
4) Existe una asociación mental automática entre científico y “señor con bata blanca”, que a la vez se opone al economista, conformando un duopolio de saberes que orilla las ciencias sociales.
5) Los asesores del cortísimo plazo deberían perder algo de influencia en los políticos.
6) Urge desechar la idea del “gran sabio” que tiene La Solución.
7) Si los expertos son sometidos públicamente a la misma caña que los políticos, las escasas vías que hay se estrecharán.
Necesitamos expertos que digan basado en la evidencia y políticos que tomen decisiones basadas en lo que opinan los expertos.