La mitad de los científicos españoles son insultados o acosados tras aparecer en los medios, decía el titular de una noticia publicada en estos días. Y añadía que el 16% había decidido no volver a divulgar, que el 51 % de los científicos/as habían sufrido algún ataque tras hablar sobre ciencia, que las mujeres recibían más ataques que los hombres: 57% vs 46% y que fue mucho peor en los tiempos de la covid-19, cuando un 74% de ellos y ellas recibieron insultos o amenazas, entre los cuales me cuento yo, aunque tengo que decir que fueron relativamente suaves.
El informe titulado “Experiencias del personal investigador en su relación con los medios de comunicación y redes sociales” recoge y analiza los datos de una encuesta pionera en España, cuyo objetivo era analizar las experiencias relacionadas con la exposición mediática que tienen los científicos y científicas tras comunicar sobre ciencia en España en los últimos cinco años. Este estudio examina los hábitos que la comunidad científica tiene a la hora de exponerse públicamente, así como su percepción sobre los beneficios que les reporta y los obstáculos a los que se enfrenta. También analiza las consecuencias personales y profesionales de las experiencias negativas, qué mecanismos utilizan para afrontarlas y la respuesta que dicen recibir de sus instituciones.
Los insultos y el cuestionamiento de la capacidad e integridad profesional son los ataques más repetidos. Prevalecen especialmente en la red social X, seguida de los comentarios en medios y plataformas online, aspectos, que en mi caso, coinciden plenamente. Los temas que más reacciones de odio suscitan: el Covid-19 y el cambio climático. Sobre las mujeres que son las que han sufrido más experiencias negativas, operan los estereotipos de género y tienen que soportar más comentarios sobre su aspecto físico y su capacidad profesional, que se les presupone a los hombres. A ellos se les ataca en su integridad profesional, acusándoles, de falsear sus resultados para favorecer unos intereses, en la misma línea de lo que me han dicho a mi.
Yo, en la misma línea del estudio, la mayoría de las afrentas las he recibido en Twitter (actual X) como gran red en la que los insultos y amenazas vuelan en demasía. Algunas las he recibido por carta en la institución en la que trabajo y nadie lo ha hecho presencialmente a pesar de los muchos actos a los que asisto como invitado. Durante estos últimos 5 años, he intervenido en más de 4.500 espacios televisivos, de radio, de prensa o en actividades académicas o de divulgación.
Algunas frases que he recuperado de Twitter en mensajes privados:
“Creo que lo vuestro es un equilibrio para mantener vuestro estatus”
“No habéis hecho nada”
“Eres muy cobarde por haber borrado tu tweet. Y lo borras que tienes mucho ego”
“Hay algo mas inmoral que un médico con conflicto de intereses?”
“Estáis liando una muy gorda ignorando los efectos secundarios y generando odio a los no vacunados”.
“Por qué mientes?”
“Joan, acabo de leer que te han denunciado”
“No te conozco personalmente, pero en tus redes eres de lo más oficialista que hay”
“El matasanos con publicidad que va de hombre de la caridad”
“De los conflictos de interés pasas de puntillas” “El corporativismo amoral en el que pones la mano, Joan”
“Tienes hasta community manager”
“No las cobras directamente (después de decirle que yo no cobro). Las rentabilizas que es lo mismo”
“Estáis liando una muy gorda ignorando los efectos secundarios y generando odio a los no vacunados”
También he encontrado algunas respuestas mías: “Ya te he dicho que no me amenaces”. O “Yo no dije exactamente esto”.
Un ejemplo actual es el del investigador del CSIC Fernando Valladares que fue objeto de ataques furibundos en las redes sociales tras sus intervenciones públicas en las que relacionaba la catástrofe de la DANA en Valencia con el cambio climático. El doctor en Ciencias Biológicas, divulgador muy activo, recibió una oleada de insultos personales e incluso amenazas a su integridad física. Este ejemplo reciente no es, por desgracia, anecdótico. Yo estoy en las antípodas de Fernando, pero aún así el cuestionamiento del saber profesional. Los insultos es muy habitual sobre todo relacionado con el tema de las vacunas COVID.
'Nature', en 2021, y 'Science', en 2022 expusieron en esta misma línea “las experiencias negativas del personal investigador en los medios durante la pandemia y pusieron en marcha iniciativas para dar respuesta al acoso”. “Un porcentaje alto de las personas que hablan de temas como el Covid, las vacunas, la epidemiología, el medio ambiente y el cambio climático han pasado por malas experiencias.
Esta es la parte negativa, la más fácil de contar. Junto a ello, hay mucho positivo, que es mi experiencia. Y en los estudios hechos vemos que más del 80% de los científicos tiene una buena percepción sobre su participación en los medios. Lo que más valoran es la posibilidad de visibilizar sus investigaciones y hacer llegar su mensaje, y su mayor miedo, que este se tergiverse. Prefieren los medios informativos a las tertulias de opinión y respecto a las redes sociales, optan por X con una diferencia significativa -el 30% la utiliza diariamente- frente a otras como Facebook o YouTube.
En The Conversation, en un análisis De Alba Taboada y Alejandro Romero, vemos que En plataformas como Twitter (X), las teorías conspirativas no son meras acumulaciones de ideas. Siguen una lógica interna que permite su combinación y adaptación continua. El espacio digital, además, facilita la creación de comunidades donde estas creencias se refuerzan, se difunden rápidamente y adquieren una dimensión colaborativa. Unos y otros construyen así una visión del mundo, coherente y relativamente sólida en su núcleo, difusa y modificable en su periferia, que sustituye a la que comparte el resto. Este proceso se agudiza en tiempos de crisis como las generadas por la pandemia o la dana. Y lo hace especialmente cuando el contexto político está marcado por una alta polarización que, ya de por sí, propicia una cierta fragmentación del “sentido común compartido” que da coherencia a las diversas perspectivas sobre la realidad que se tienen desde distintas posiciones sociales y políticas. Durante la pandemia, la desconfianza hacia las instituciones sanitarias y gubernamentales fue el catalizador que propició la expansión de teorías conspirativas. El análisis de más de un millón de tuits publicados durante los dos años más críticos de la pandemia sugiere que la promoción de narrativas de desconfianza hacia las instituciones gubernamentales y las políticas sanitarias implementadas contra la covid fue un catalizador clave para la difusión de diversas teorías conspirativas en redes sociales. Los hashtags que lideraron la discusión pública fueron #GobiernoDeLaMentira, #GobiernoCriminal y #GobiernoDimisión.
Esto que comenta el artículo también se ve en los comentarios de odio, la gran mayoría anónimos que influyen, dice el estudio, en el bienestar de los científicos. Casi un cuarto afirma que los ataques no les han afectado, pero el porcentaje de los que acusan ansiedad, inseguridad personal y otros problemas psicológicos es significativo, especialmente entre las mujeres. En estos casos, en las redes sociales optan por bloquear cuentas, reportar los malos modos, poner sus perfiles en privado o, sencillamente no leer los comentarios. Un 16,5% decide dejar de divulgar en los medios y muy pocos piden ayuda. Como en muchas ocasiones la labor de divulgación es voluntaria y es una realidad que queda normalmente oculta.
Sabemos que la desinformación consiste en creer firmemente en una información que es falsa o incorrecta, mientras que las teorías conspirativas buscan explicar eventos cruciales que suceden en nuestro entorno atribuyéndolos a los designios secretos y malintencionados de distintos actores poderosos.
Solicitan los investigadores entrevistados, entre otras cuestiones, formación sobre comunicación de la ciencia, mecanismos de protección ante los ataques y una mayor implicación de las instituciones para reducir, en la medida de lo posible, este problema que parece que va a más.
Por tanto, la fusión de emoción e incertidumbre ante una situación de crisis nos sitúa ante una dualidad: entre la necesidad de ayuda y de cooperación y la necesidad de información. Y habría que incluir entre las conductas positivas de apoyo, la difusión de información veraz junto con el bloqueo de mensajes falsos. Junto a ello, sería importante la organización y difusión de mensajes ágiles y objetivos procedentes de fuentes dotadas de credibilidad y fiabilidad para diferentes audiencias.