Sebastián Serrano es una de las personas de la que recomendamos leer sus libros. Uno de ellos se titula El regalo de la comunicación, para mí, mucho más que un libro, por sus enseñanzas en comunicación no verbal y en saber escuchar. De él se ha escrito que: Sebastià Serrano es uno de los raros lingüistas que han logrado trascender el ámbito de su especialidad y ha desbordado su curiosidad intelectual hacia disciplinas vecinas como la semiótica o la poética y no tan vecinas como la filosofía o la teoría de la evolución. Pero si algo interesa de verdad a Serrano es el fenómeno de la comunicación.
Una de las cosas que le preocupa es la pérdida de la pequeña comunicación (saludarnos en la calle, de hablarnos en el ascensor, no nos prestamos atención los unos a los otros) y sus consecuencias.
Plantea la necesidad de un gesto diario: "Cuando nos comunicamos, no solo pasamos información, sino que también hacemos relación".
Él cuenta sobre ello lo siguiente: Las prisas, la rutina, la falta de atención... Todo ello nos está haciendo perder la comunicación cotidiana. Entramos en la oficina dando un "buenos días" general que no va dirigido a nadie en concreto. Atravesamos largos pasillos sin decir nada a los compañeros que nos vamos cruzando. Entramos en una reunión leyendo el memorándum que llevamos en la mano. Y por el camino perdemos la oportunidad única de sentirnos y hacer sentir a los demás personas. La comunicación cotidiana puede parecernos intrascendente, pero tiene un gran valor. Es expresión de afecto y una gran fuente de motivación. Un "buenos días" sincero y atento o 30 segundos para compartir una pequeña vivencia crean grandes vínculos de relación. Personas invisibles.
En las encuestas de motivación y clima laboral aparecen de forma recurrente los problemas de comunicación entre los empleados y sus jefes. Y una de las expresiones que más se repite es la de que "parece que soy transparente para mi jefe". Esta queja tiene relación directa con la negligencia en el uso de la comunicación diaria. La encontramos en jefes que entran sin saludar, o las primeras palabras que intercambian con un subordinado son para pedirle algo. Jefes incapaces de percatarse de la cara de cansancio de alguien o de su radiante expresión porque algo especial ha ocurrido.
La primera y fundamental misión de la comunicación diaria es reconocernos mutuamente nuestra presencia y existir para el otro como personas. El saludo, la pequeña charla, el prestar atención a la expresión del otro, hace que sienta que cuenta para nosotros, y es un elemento básico y esencial de motivación.
La empatía es esencial para nuestras relaciones. La reciente investigación neurológica sugiere que son las neuronas espejo las responsables de que seamos capaces de "ponernos en la piel del otro", de ver el mundo a través de la perspectiva del otro. El proceso de empatía debe empezar necesariamente por detectarse la existencia mutua. Y a este proceso contribuye de forma decisiva la comunicación diaria. Es más, podemos afirmar que es su primer y primordial objetivo. Entrar en contacto con los demás es el preludio necesario para captar gestos, sus expresiones, para saber de ellos y captar su estado emocional. La empatía empieza por no saltarse la pequeña comunicación.
Además, en la interacción humana se produce un efecto de contagio emocional. Como afirma el profesor Serrano, "las emociones saltan de una mente a otra como si nada, los sentimientos son contagiosos, más que las ideas". La comunicación cotidiana es la plataforma ideal para "contagiar" a los demás dosis de optimismo, de energía, que contribuyan a mejorar su particular día.
Es cierto que nunca tenemos tiempo, como no menos cierto es que sabemos encontrarlo para lo que nos interesa. A veces podemos percibir como un gasto de tiempo que no nos podemos permitir el relacionarnos constantemente y a diario con los demás, pero puede resultarnos una valiosa inversión. Porque la confianza es lenta y laboriosa de tejer, y, sin embargo, una relación de confianza hace muy eficiente la comunicación y ahorra muchas explicaciones y discusiones innecesarias. En este sentido, la comunicación diaria se ha demostrado como un instrumento infalible de construcción de confianza. Lo que a priori pueda verse como una pérdida de tiempo, se recupera con creces cuando se ha creado una relación.
La comunicación diaria no es un problema de tiempo. Es un problema de hábito. Es cuestión de crear (o recuperar) el hábito. Y con él, descubrir que siempre hay tiempo para este pequeño intercambio.