Tengo un vecino frente a mi casa en la Alameda de Hércules que cuelga la bandera solo los días de partido de la selección y luego la quita, no vaya a ser que pesemos que es un facha. Sé de otro que siendo bastante fachilla no lo tiene claro ahora con esta selección, no vaya a ser que creamos que es un progre de Pedro Sánchez. Hay una España de los balcones y otra España de las ventanas. La lucha de clases en el diseño urbano. Las dos Españas de siempre. La primera se llenó de banderas rojigualdas el uno de octubre del 2017. La España de las ventanas también se cubrió de banderas amarillas y coloradas, pero en otra fecha, el once de julio del 2010. Ahora en julio del 2024 algo les une por vez primera vez y no es ni el odio (2017) ni la pasión (2010) sino la duda. La victoria de la selección española ante Francia ha conseguido que unos y otros se vuelvan cartesianos. Quien iba a decir que derrotar a la patria de Descartes nos iba a mudar en cartesianos. Y aquí estamos instalados en la duda metódica.
¿Por qué dudamos? Los que sacaron las banderas a las ventanas en el 2010 dudan si colgar el trapo ahora para no parecer a los que la sacaron en el 2017. Los que pendieron las banderas a los balcones en el 2017 no tienen claro que una selección con tan poca limpieza de sangre repleta de moros catalanes, negros vascos y capitaneada por un gitano de Los Palacios, sea su selección. Tender un trapo simbólico es una expresión pública desde lo más privado. Es un acto de desnudez ideológica ante los ojos de todo el mundo. Hay que ser cuidadoso y cauto antes de mostrar las colgaduras.
Vi la eclosión de enseñas nacionales en el polígono del valle, el de menor renta de Jaén, en 2010. En ese mismo polígono apenas había una sola tela nacional en el 2017. Por el contrario, en los barrios de mayor renta eran un clamor nacional en el 2017. Era la España de los balcones que decía Pablo Casado. Así ocurrió en muchas ciudades; la bandera que unía en el futbol desunía en la política. Desde el 2010 han trascurrido muchos años y especialmente se ha redoblado la apropiación indebida por parte de la derecha extrema de los trapos y símbolos españoles. ¿Qué pasará ahora? Espero y deseo que la fuerza de la ilusión venza a la fuerza del odio y que la España muda de las ventanas, que son la inmensa mayoría, no siga muda, aunque el lenguaje de las banderas no sea de mi agrado.
Las banderas en los balcones son un arma amenazante. Las banderas en las ventanas son un himno esperanzado. Preciosa metáfora de la España real: Una diversidad de pueblos e individuos unidos por la duda. Algo así como un archipiélago que lo único que les une es la duda sobre lo que les separa. En oposición a lo que piensa la España de los balcones, España no se rompe, duda luego existe.