Rajoy debe dejar de negar la división de España y apostar por estrategias de reunión de lo múltiple, como hacen con sus frutos los granados (seguir leyendo).
En los jardines de clima mediterráneo, donde en noviembre aún apenas hace frío, el otoño se manifiesta a pesar de todo por muchos signos. Las plantas ponen en marcha los protocolos del otoño en cuanto perciben los primeros cambios en la duración, la intensidad y la inclinación de la luz del sol. La mayoría deja de producir nuevas ramas y hojas, y empieza a sumirse en un periodo de letargo, invitando también al jardinero a un cierto reposo, al menos en lo que respecta a las tareas de recorte y mantenimiento. Algunas plantas florecen débilmente antes de aletargarse, y otras culminan la maduración de sus frutos, tiñéndolos de colores rojos y amarillos, como los granados.
Los botánicos clasifican las granadas como frutos secos indehiscentes (es decir, "que hay que abrirlos") en la misma categoría que otros frutos secos otoñales como las nueces y las avellanas, pero con la particularidad de que las granadas son de un tipo llamado balausta, con muchas semillas reunidas bajo una cáscara relativamente poco gruesa y poco dura. Desde la antigüedad, las granadas simbolizan la unicidad de lo múltiple.
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