¿Se acuerda usted cuando, hace ya muchos años, se podían pedir y dedicar canciones en las radios locales? ¡Qué tiempos aquellos!
Recuerdo que cuando yo era un zagal de unos seis o siete años, y aún vivía en Ronda, mi madre me hizo socio de una radio local llamada Radio Coca. No piensen mal, se llamaba así por el segundo apellido del propietario de la emisora, Andrés Mateos Coca. Me entregaron un carnet (aún lo conservo) con el número 71. Pagaba una cuota mensual y podía elegir y dedicar cinco canciones a amigos y familiares. Aquel programa se llamaba El club de socios y se emitía de lunes a viernes en horario de tarde.
Los sábados emitían El tren de los niños, en el cual leían cuentos, pinchaban música infantil, y realizaban sorteos, incluso me llamaban por teléfono cuando era mi cumpleaños para felicitarme y hacerme una pequeña entrevista de cómo estaba pasando el día, qué regalos había recibido y preguntas por el estilo. En aquel tiempo, sin duda, nació mi amor por la radio.
Me vienen a la mente aquellas tardes junto al radiocasette de mi madre escuchando a Carlos Rubio. Yo ponía algunos folios sobre la mesa y con los rotuladores dibujaba un par de tocadiscos, la mesa de mezclas, el micrófono, y jugaba a ser locutor. También me acuerdo de Esperanza Esteban, Juan Carretero, Ani Rosillo, etc. Voces que acompañaban a los rondeños en la década ochentera. Muchos años después, conseguí ponerme frente a un micrófono de verdad, gracias a nuestro querido José Antonio Benítez, en la desaparecida Onda 19; y a finales de los noventa, pude presentar un programa musical en Eco Radio.
¡Estamos en el aire! me decía el técnico desde su gabina, y a mí aquello me sonaba a música celestial. Me estoy dando cuenta que parezco el abuelo cebolleta, pero es que, cuando uno echa la vista atrás, la mirada se llena de recuerdos de un tiempo que no fue ni mejor ni peor, simplemente diferente.
En estos tiempos veloces, la cosa es bien distinta. Es otra historia. Hoy en día las radios locales están en peligro de extinción. Normalmente, las que se mantienen suelen ser municipales, y aunque deficitarias, económicamente hablando, hay ayuntamientos que siguen apostando aún por ellas, como en el caso de Jerez. Ojalá cada pueblo pudiera tener su emisora, una radio pequeñita de pueblo o de barrio con su programación propia, y no la cansina radio fórmula actual. Es cierto que con la aparición de Internet tenemos toda la música que podamos imaginar a tan sólo un clic. Pero la radio es diferente, es mágica, tiene calor humano y trato familiar, y eso, por mucho que quieran, no lo pueden dar las modernas plataformas digitales. ¡Larga vida a la radio!
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