Porque la vida exprimida quizás sea más vida. Dímelo tú.
Aunque pueda parecerlo, hoy no voy a escribir una columna. Hoy solo me dirijo a ti. Hoy, que solo nosotras sabemos que tú eres tú. Porque aquello cambió tus días para siempre y nunca supiste del todo en qué momento la vida se convirtió en un sueño. En una pesadilla. Aquello te cortó el pelo, te colocó un pañuelo rosa —que nunca fue rosa, pues ese es para los anuncios de compresas y el boato de photocall—, te engordó, te dejó sin más prole y te llevó a conocer a otras que, como tú, vivían sin llegar a vivir. O tal vez viven ahora más que nunca. Porque la vida exprimida quizás sea más vida. Dímelo tú. A principios de los noventa, el cantante Víctor Manuel escribió un tema con el sugestivo título de Esto no es una canción.
Cuando hablan de la patria
no olviden que es mejor
sentirla a nuestro lado
que ser su salvador
por repetir su nombre
no te armas de razón
aquí cabemos todos…
Hermosos versos, hoy más de actualidad que nunca aunque nadie parezca recordarlos. En aquella ocasión, el músico comprendió que semejante mensaje no podía tener título, pues el trasfondo excedía con mucho los 2 minutos y 26 segundos de una copla. Lo suyo no era una canción, como este texto no es una columna. El tema está demasiado por encima y lo empapa todo.
Han sido años muy duros. Aún lo son. No ayudan las conmemoraciones. A ti, no. A ti que solo quieres olvidar y que vuelva la de antes. Tú no deseas dar lecciones, ni que te llamen valiente, ni luchadora, ni heroína. Tú solo eres una mujer, con un libro en el bolso, un puñado de regaliz y unas gafas de pasta. Con un trabajo normal —ahora ya no tanto— y vacaciones discretas. Con unos cuantos millones de tareas al día, lo normal. Tú, que sigues sin comprender nada, dejaste un día de pensar en los detalles. Te los arrebataron.
Ya en los 2000, Keri Smith publicó una obra que tituló Esto no es un libro. Ya habían empleado antes ese “no título” con otros fines y en forma de ensayo autores como Eliseo Verón. Lo que Smith proponía entonces era ofrecer a los lectores una especie de guía ilustrada para que fueran ellos los que investigaran las formas en las que el libro se podía utilizar. Los invitaba a arrancar una página, a dejar una nota para un desconocido, a crear sonidos con él, a anotar en sus hojas las personas con las que se había contactado en un día, etc. A través de este curioso método, se reconocía la no autoría y por lo tanto, el no libro. En este caso, la utilidad estaba por encima de la obra misma. Aquello no era un libro.
Nunca he sabido muy bien cómo ayudarte. Lo he intentado y lo sabes, pero no siempre con éxito. Tardé en asumir lo abisal que es esta caída. Te está costando entender que debes dejar de dormir en la tragedia y hacer que la tragedia duerma sin ti. Cuesta, pero lo lograrás porque pisar el límite y volver proporciona una vida que, de puro aferrarse a ella, se vive más. Ojalá un día no muy lejano te des cuenta. Mientras tanto, aquí estaré yo: escuchando canciones que no son canciones, leyendo libros que no siempre son libros y escribiendo columnas que nunca lo fueron.