ETA no existe, desde hace diez años, y una parte de la rabia de las derechas es que hubieran querido destruirla y no pudieron, porque ETA se fue. Las derechas no pueden soportar todavía que no fueran ellas quienes acabarán con ETA. Fue con las izquierdas con quien ETA se fue, ¡qué casualidad!, y las derechas se llenaron de rabia. Esta es la razón por la que esas derechas franquistas de origen no se despiden de ETA en su imaginario, la siguen manteniendo viva con la esperanza infantil de poder llegar a destruirla una vez. Pero ETA no existe, no está, se fue y las derechas de origen franquista no pudieron hacer nada, y eso las llena de rabia.
Las derechas, contra el catálogo ideológico que representan, el del famoso mérito y la honradez, han dedicado lo que va de campaña a mentir de la forma más desnuda, a engañar, al malentendido y al chisme. Son chismosas. Aquí viene la segunda parte de su rabia. Todas las derechas mediáticas y las derechas políticas pasaron años queriendo destruir a Podemos y Podemos se ha ido y no han podido destruirlo. Se han quedado sin el enemigo que habían construido a su medida para recrear la gran ficción que se inventaron. Llenas de rabia, se han lanzado a la mentira más burda e insolente, a la prestidigitación de las palabras y han convertido, así, la política en un mal circo de malos payasos y peores chistes. Trucos de magia con la sabanita demasiado corta y se ve todo el truco; el sombrero de copa se les ha desfondado y la paloma se les ha caído.
De tanta rabia, dos rabias, se han enfangado en la mentira y el engaño.
Pero queda una tercera mentira, la rabia contra los pobres o todo lo que ellas, las derechas, atribuyen como pobreza, económica o moral, según su propia moral de derechas. Es todo ese gran número de personas que a ellas no les gustan, a las derechas, y que desearían esconder o hacer desaparecer. A eso viene que Rajoy salga a decir que la realidad trans es un asunto de cada quien y a nadie le importa, por ejemplo. Claro, a ellas, a las derechas, siempre les hizo mucha gracia ese, digamos, humor de los afeminados y travestidos, con el que se reían tanto desde una actitud de puro desprecio, y a eso reducían y reducen la realidad palpitante de las diferencias de género y de identidad sexual.
Los pobres económicos. No pueden soportar la desaparición de su oportunidad de ir a las mesas petitorias y de caridad. Se sentían tan bondadosas, las derechas, con ese recogimiento teatralizado de la caridad y la bondad. Casi se diría que fabricaban pobres para poder lucirse luego en mesas de terciopelo con la bandera nacional rojigualda y peluquería con spray de laca.
Están, las derechas, llenas de rabia de que ya los pobres tengan derechos para practicar el derecho de no tener que ser pobre y que a ellas, a las derechas, les hayan quitado su teatrito petitorio y el teatrito de sus fortunas o fortunitas. Porque el problema es que siempre hubo gentes que apenas podían ir al teatro con un chaqué roído de alquiler que eran de derechas porque aspiraban a poder ser de derechas: a tener dinerín. Así hay pobres que van preparando el camino de su riqueza haciéndose de derechas. Todo muy del siglo XIX, todo muy pasado de moda, el chaqué, lo raído, que fuera de alquiler y las derechas también.
Así acabamos de pasar la primera mitad de una campaña electoral donde solo se habla del ego de las derechas y de los programas de las izquierdas.