"En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme..." (o más bien no recuerdo). Así comienza, como ustedes sabrán o deberían saber, la gran obra de Miguel de Cervantes, El Quijote, traducida en más de 145 idiomas.
Si bien la conocen, y aunque resulte un tanto incoherente, esta obra, cuya primera publicación data de 1605, bajo el nombre de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, tiene ciertos matices con una realidad que en la actualidad acaloran – nunca mejor dicho (y no me refiero a la hora de calor) – a los ciudadanos de Málaga capital. Haciendo un breve inciso en la novela, ambientada en una España de inquietudes, corrupción, carencia, diferencias sociales, ventas y tabernas, es cierto que esta no difiere mucho de la sociedad malagueña del siglo XXI.
Perdonen mi indiscreción, pero a ello debemos añadirle la locura incipiente a la que se ve sometido este hidalgo –que más de un dolor de cabeza le darían al pobre Sancho–, aspecto (y por locura no me refiero a salud mental) que rebosa por las calles laberínticas del mismísimo centro de Málaga. Hago alusión, eso sí, a las aventuras y desventuras que nos 'regala' el famoso turismo de borrachera, que utiliza las despedidas de soltero como vía para volver loco a más de un vecino, y con las que cualquier persona podría forrarse escribiendo una novela. De los caballeros y gigantes de la época de Alonso Quijano, a los viandantes vestidos de manera estrafalaria y simulando una locura que poco tiene que envidiar a la que ya sufrió nuestro honorífico aspirante a caballero.
Hoy día, esto viene siendo lo que se llama 'liarla parda', rompiendo la armonía en el centro histórico de la ciudad de 'La Manquita' y disfrutando de la vida (a su manera) como si no hubiese un mañana –aunque al día siguiente no quieran acordarse en el lugar donde están–. Y es que, en aquellos años, Sancho Panza ya habría dimitido como 'guardaespaldas' de su señor, si la locura del mismo hubiese alcanzado el nivel de jaleo sísmico en la escala de Richter que estos turistas provocan a su paso. Ahora vivimos en tiempos distintos, aunque la Málaga de hoy es heredera indiscutible de dicha obra.
Con este panorama, parece ser que la tan esperada adaptación de El Quijote ha abierto el telón. Pero, no se preocupen, para aliviar tensiones están apareciendo los primeros molinos de viento, solo que ahora no son imaginarios. Y es que algunos bares ya están colgando carteles para impedir el paso a las despedidas de soltero, como medida disuasoria para continuar con su turismo de calidad y devolver la paz a la ciudad de los espetos.
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