En la campaña electoral madrileña se cruzaron dos marcos bien diferentes: de un lado el izquierda / derecha en el que se instaló Unidas Podemos (y poco después el PSOE) frente a Vox. De otro lado el marco “libertad” (fatiga pandémica y sálvese quien pueda) frente a “lo que importa” (los cuidados) de Mónica García y Más Madrid.
El marco izquierda/derecha pretendía movilizar pasiones y con ello a los votantes pero pareciera que, como confesó el propio Iglesias, que en la práctica movilizó más a la derecha, que odia visceralmente a Iglesias y se activó emocionalmente. En la izquierda pareciera que la mayoría sigue viendo el peligro de la extrema derecha desde una atalaya racional, como un riesgo en el medio plazo. Aún -afortunadamente- no hay en las calles españolas un miedo epidérmico a la presencia inmediata del fascismo en las instituciones.
La pregunta es, ¿cuánta gente votó por uno u otro marco?, ¿cuánta gente se orientó en uno u otro eje?. Si echamos un vistazo a las encuestas el CIS nos decía hace unas semanas que en los extremos de la escala izquierda/derecha, el 1 y el 2 y el 9 y el 10, se situaban en Madrid un 31% de los votantes, votantes que a buen seguro se movilizarían a votar ideológicamente. El 20% situado en el lado izquierdo de ese eje optó por la campaña antifascista de PSOE y UP que finalmente sumaron poco más de esa cifra, un 24%.
En el extremo opuesto, el derecho de la escala, se sitúa un 11% de los madrileños y VOX los convenció a casi todos con un 9%.
Quitando los votos residuales de Ciudadanos y otras candidaturas el otro 62% de los madrileños decidió su voto sobre el otro eje que se planteaba en campaña: libertad (Ayuso) o cuidados (Mónica Gárcía). Este eje evidentemente representa dos concepciones de la sociedad situadas en extremos opuestos, la derecha y la izquierda, pero el hecho es que no se aparecía así ante el público. Los ideólogos de Ayuso travistieron su ideología de castiza sinceridad y arrojada libertad. Y coló. Esa es la clave que permitió que teóricos votantes de izquierda (como los del sur de Madrid) llegaran a votarla. Fundamentalmente porque en frente solo estuvo la modesta campaña de Mónica García.
Y es que ambas campañas fueron muy desequilibradas en fuerzas. De un lado una candidata muy conocida desde la institución más poderosa de la región, del otro una nueva estrella de la política española, Mónica García, apenas conocida por los madrileños al comienzo de la campaña. En el PP una enorme potencia de fuego mediática con su tropel de cabeceras de medios y tertulianos, en Mas Madrid una capacidad modesta. Finalmente los ingentes recursos económicos de un PP, que bien podría haber alcanzado el tope de 3,4 millones de euros en gasto electoral, frente a los humildes 600.000 euros de la campaña de Mónica García. Seis a uno. En este contexto el tres a uno final que arrojaron las urnas (45% vs 17%) es más que meritorio.
En definitiva, un tercio del electorado votó ideológicamente mientras el doble, dos tercios del electorado lo hacía a medio camino entre el bolsillo y el corazón. La izquierda haría bien en futuras contiendas en elegir bien los marcos del debate.
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