Lo sabemos, pero no está de más recordárnoslo: la lucha feminista es la más difícil, porque su objetivo no es solo promover leyes que garanticen derechos, sino cambiar el modo en que nos relacionamos uns con otrs, poniendo patas arriba lo que dábamos por descontado y habilitando nuevas formas de ser y estar en el mundo. Eso no es algo que se consiga (únicamente) con el BOJA o el BOE: hace falta emprender un viaje a contrapelo en el que habremos de cuestionarlo casi todo, pues el patriarcado se atrinchera en cada aspecto de nuestras vidas que nos resulta “natural”.
Ese análisis a contrapelo suele descubrirnos la amplia variedad del micromachismo cotidiano, descubrimiento que es una puñeta bien pesada de sobrellevar: una vez que consigues ver esos “inocentes” comportamientos que perpetúan el statu quo, te das cuenta de que están por todas partes, pero a quien no los quiere ver le resulta muy sencillo ridiculizar tus denuncias, porque son “lo normal” y tú solo “exageras”.
Sí, es duro ser feminista… que haya quienes no vean lo que es evidente tiende a dejarnos exhausts y un poco aislads. Por suerte, a menudo nuestro afán se encuentra con el afán de otrs como nosotrs y la alegría de su compañía compensa el cansancio. El feminismo es sororidad, cuidados… imprescindibles porque, para seguir avanzando, tenemos que salir una y otra vez del refugio de esa compañía y pelear para que quienes no quieren ver, vean. La subalternidad siempre ha producido espacios de solidaridad y esta siempre ha sido nuestra especialidad.
Además de por nuestra enorme ambición (cambiar las leyes, los valores, las costumbres, las conciencias…, ¡casi na…!) y por las dificultades propias de este camino, la lucha feminista es difícil porque nuestra sospecha contra las concepciones heredadas es tan radical que alcanza incluso a la cuestión misma de quién sea el sujeto de esa lucha: ¿las hembras de la especie?, ¿las mujeres, como construcción social?, ¿las personas oprimidas por el patriarcado?, ¿la humanidad en su conjunto? Un debate en el que haya que empezar aclarando este tipo de cuestiones nunca va a ser fácil. Y si, encima, la estrategia nos plantea tener que elegir entre trabajar a partir de la cruda realidad o rechazarla para hacer posibles nuevos horizontes, casi podemos aventurar que quien más acierta es quien menos claro lo tenga.
Desafortunadamente, a las dificultades teóricas de nuestros debates se une a veces una posición moralista según la cual, si tú y yo no estamos de acuerdo, no es solo que alguna de ls dos se equivoque, es que o bien tú o bien yo no somos “verdaders” feministas, o no lo suficiente…
Pero el feminismo siempre ha sabido albergar diferencias, esa es su grandeza. Por eso hablamos también de "feminismos", en plural, como el espacio político donde cada cual encuentra el apoyo que necesita para hacer camino, citando a Assia Djebar, "a cotè de", junto a ls otrs.
Los debates feministas son a menudo muy complejos, tenemos derecho a dudar, discrepar, debatir... y a hacerlo con el apasionamiento que da saber que nuestra lucha es fundamental para que el mundo sea un poco mejor, un poco más habitable y disfrutable. A lo que no tenemos derecho, porque todavía queda mucha tarea por delante, es a olvidarnos de todo lo que nos une, de las muchas razones que nos hacen salir a la calle cada 25 de noviembre, cada 8 de marzo, de todas las urgencias de la lucha feminista que son consensos y que reclaman que, después de dudar, discrepar y debatir lo que haga falta, nos arremanguemos de nuevo y volvamos a dar la batalla, codo con codo.
En Andalucía, las urgencias son tantas y las resistencias, tan poderosas, que sin esa unión corremos el peligro de una regresión que ya se está orquestando desde la extrema derecha. El famoso “pin parental” es toda una declaración de intenciones contra las reivindicaciones feministas. En una tierra que el año pasado encabezaba el listado de asesinatos machistas, que es la 3ª comunidad con mayor brecha salarial y al alza, no podemos permitir que las discrepancias nos distraigan más de lo preciso.
Por fortuna, eso no va a pasar: ya hemos superado en el pasado otros debates difíciles y hemos demostrado que sabemos volver a encontrarnos y unir fuerzas siempre que es menester.