Normalmente pongo muy poco la televisión, pero hace cosa de un par de meses andaba yo cambiando de canal en busca de algo decente, y me topé con un programa que me llamó la atención, dejé el mando a distancia a un lado y puse mis sentidos en la pantalla; cuatro hombres corpulentos, tiznados y sudorosos daban martillazos a un hierro al rojo vivo en un yunque. Frente a ellos, observando a los concursantes, un jurado compuesto por expertos en el tema y el presentador del realitie. Sí, es Forjado a fuego, un programa made in USA en el que los concursantes compiten forjando cuchillos, hachas y espadas a contrarreloj. Lo que más me sorprendió del programa es el poder adictivo que tiene, yo quedé hipnotizado ipso facto sin poder cambiar de canal, viendo cómo esos fortachones templaban el acero. Enseguida comprendí que tenía que escribir sobre este fenómeno, pero antes debía documentarme bien.
Lo fácil es acudir a la Wikipedia o similar y hacer un corta y pega, pero yo me decanté por visitar la biblioteca pública. Según leí en varios libros especializados, puede que fueran los egipcios los primeros forjadores (hace tiempo pude leer un artículo en el que se afirmaba que expertos metalúrgicos egipcios habrían logrado dominar la forja del hierro meteórico para fabricar joyas). En la Biblia, concretamente en el Génesis, se hace referencia por primera vez a ese oficio, lo cual sitúa a la forja en el 3130 ANE (Antes de Nuestra Era). La época dorada de la forja fue durante la Edad Media, indudablemente por el negocio armamentístico (espadas, lanzas, armaduras), pero también por la construcción de rejas, herraje de animales, carruajes, etc. Un oficio que funcionó perfectamente hasta que llegó la Revolución Industrial, ahí fue donde la mayoría de las herrerías se adaptaron a unas necesidades mucho menos artesanales, o sea, mayor producción a menor coste. Hoy en día son ya pocos los que mantienen fidelidad a las técnicas artesanales de la forja.
Recuerdo que nada más ver el programa anteriormente mencionado, se me vino a la mente mi amigo Luis, un herrero que vive dos calles más abajo de mi casa. Luis Chacón es herrero de oficio y vocación, a sus 46 primaveras, lleva trabajando desde la temprana edad de 12 años, cuando compaginaba el colegio con el taller. Obrero incansable, lo mismo hace una mesilla de noche que un cabecero de cama o una puerta, pero su pasión, sin duda, es la fragua, el yunque, el martillo y el hierro candente. El otro día bajé a su taller, me recibieron sus dos perros a ladrido limpio, en poco tiempo los canes comprendieron que yo no era una amenaza, sino todo lo contrario, y se hicieron amigos míos rápidamente. Allí estaba Luis, con su gorra calada, su delantal de cuero y sus manos agrietadas y oscurecidas por el duro trabajo. Me enseñó sus creaciones artesanales; figuras decorativas, soportes para cuadros, rejas, etc. En su página de Facebookse puede ver su trabajo.
Luis es un hombre de conversación agradable, una persona muy amable, de esas que desde la primera palabra que dice ya sabes que es buena gente. En el ratito que estuve en su taller me comentó, entre otras cosas, el difícil momento por el que atraviesa la forja, quedan pocos como él, y es que resulta muy complicado (por no decir imposible) luchar contra el Goliat de las grandes superficies del sector. Ojalá las nuevas generaciones se interesen por oficios como éste y sepan sacarlos de la casi segura extinción.
En fin, a veces, como ven, la televisión sirve para ponernos sobre aviso de algún tema interesante, fíjense, de no ser por Forjado a fuego, yo no estaría escribiendo ahora este artículo, y me da coraje reconocerlo, pero es así. A pesar de que el programa no enseña más que lo básico, pues pasa de puntillas por la elaboración completa de la pieza, y las pruebas de resistencia y de afilado no suelen ser tan espectaculares como las de la tele, el de la forja es un gremio que no suele salir por televisión, así que todo lo que sea visualizar ese oficio es positivo, eso piensan todos los herreros a los que he preguntado sobre el altamente adictivo reality yanqui.
Desde aquí, levantemos nuestros martillos, cual Thor, y gritemos: ¡Larga vida a la forja!