Generar nuestras propias necesidades energéticas en nuestros lugares de consumo, o parte de ellas para grandes industrias, es una obligatoriedad moral si creemos en la lucha y mitigación frente al Cambio Climático y en nuestra propia salud, pues el aire que respiramos, por culpa de la contaminación, es una importante fuente de enfermedades.
Autoconsumo es un término tan potencial como necesario. Tenemos sol, muchos días y cada vez más, donde esos rayos y calor nos facilitan energía de múltiples maneras de aprovechamiento. Una mañana de ambiente frío, uno busca el sol hasta cambiándose de acera.
Calor es una gran necesidad desde que somos Sapiens, por pura supervivencia, desde alimentación y preparativos, recogimiento ante la noche y adversidades climáticas, y sin olvidar el calor humano como afecto que necesitamos en nuestra sociedad.
Es poco eficiente técnicamente tener que gastar energía eléctrica en producir calor, cuando lo podemos obtener directamente del sol y usarlo sin necesidad de llevarlo a miles de kilómetros por infraestructuras que modifican el paisaje y poco aportan al territorio rural y su gente por el que se establecen.
El Agua Caliente Sanitaria (ACS) es un ejemplo claro del aprovechamiento de calor de nuestras azoteas in situ - con ahorro significativo de toneladas de CO2 frente a bombonas de butano o gas natural - también se denomina autoconsumo, en este caso calorífico.
También es posible introducir el concepto de red de calor –district heating– para aumentar la eficiencia en un entorno urbano, barrio o pueblo, del mismo modo que se hace con el agua o las telecomunicaciones.
Su implementación en nuestras industrias agroalimentarias y artesanales es una línea estratégica a desarrollar con pilotos demostrativos del uso del calor –innovación, ingeniería y comunicación– en producir alimentos directamente y estamos en el momento, quizás teníamos que haberlo hecho antes, pero ahora tenemos una segunda oportunidad.