El final del preparativo matinal del jueves pasado, con un arroz único del bajo Guadalquivir, no pudo ser más trágico. Un manjar que en el camino se quedó.
El paño de cocina para coger el asa metálica de la paellera se prendió del fuego, a su vez se propagó a la camisa y hasta los deportes llegó. Gritos, palmetazos, botones sin poderse soltar y bajo el agua, el sintético poliéster inflamable de la ropa, que llevamos sin percibir el potencial peligro, a base de llamaradas fundió el plástico con la piel humana, suponiendo abrasión, insufrible dolor y total desprotección ante cualquier enfermedad. La deshidratación hace mella.
Mi tío Antonio Casero está inmerso en una lucha personal por su supervivencia en la UCI de Quemados, sedado, inflamado, entubado, sin poder abrir los ojos, y con toda su familia y amigos soñando que pase esta pesadilla.
Todo son recuerdos con lágrimas de impotencia. Desde el bolsito de Iberia colgado al cuello, agarrado de la mano de una azafata y hasta que no me abrazaba a él, no sabía que estaba en casa, el disfrute del limón helado de la tarde juntos, mi primera visión nudista en una cala de Menorca y comiendo quesos y quesitos de la isla que saben y sabían a esa reserva singular de la Biosfera en el Mediterráneo. Apasionado lector con ganas continuas de aprender, gran humanidad disfrutada por todos, compartía novedades y soñábamos siempre con encontrarnos.
Un golpe en un instante te hace cambiar el rumbo de nuestras vidas, en este caso si lo que te cubre, no te protege. Delantal, gorro, ropa de cocinero, zapatos y paños de cocina han de ser no inflamables, ignífugos y de fibras naturales para que no se repita nunca más. Gafas antisalpicaduras un necesario complemento ante frituras de aceite.
Además de apoyar nuestro sistema sanitario, se demanda una necesaria educación y concienciación en prevención de accidentes domésticos, desde pequeñas edades, para que nadie sufra como nuestra familia. MUCHA SALUD Y FUERZA TE QUEREMOS, ANTONIO.