Hace unos días, los medios de comunicación nos sorprendían -o no- con la noticia de la posible eliminación de los exámenes de recuperación en el nivel de Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Y que es que nuestra ministra de Educación y el ejército de hormigas que le sigue por la gran senda educativa, han tomado la rotunda decisión de que quieren convertir a España en un país de “ninis”. Ya llegó la vuelta al cole y -con ella- “Alegría”. Porque para alegría de muchos - bien allegada sea esta palabra-, el alumnado beneficiario de esta – aún no resuelta- lotería podrá rascarse la barriga y pensar en otras cosas -más importantes que su propio futuro-, mientras dejan pasar las horas como si no hubiese un mañana, aguantando como campeones las pocas neuronas que les quedan. Así pues, aunque no haya ahorro económico en material educativo - al menos- se podrán ahorrar el gasto -innecesario- de las mismas.
La noticia ha caído como un jarro de agua fría -o no- entre la comunidad educativa, que en vista de la incipiente decisión, muchos se la toman a pitorreo. Por si fuera poco lo que ya teníamos encima, la educación en España ha vuelto a hacer de las suyas. Ahora los escalones que subíamos a trompicones hace años con los exámenes -claro está- se ha convertido en un tremendo llano, en el que hasta te tienen que empujar para avanzar. -Que las habichuelas me las cosa otro-. La ley del flojo ya está aquí, señores.
En medio de esta gran parafernalia, la institución educativa ha pasado a ser un jardín de rosas - sin espinas-, un gran espectáculo de unicornios, de pajaritos volando a ras de las nubes, de puro cuento. Y dicho esto, no me extraña que la enseñanza esté -para muchos- infravalorada, y la labor del docente sea denominada -por otros- como un mero trámite para ganar dinero “sin hacer ni el huevo”. Gracias Alegría por tu regalo en este comienzo de curso 2021/2022. Muchos -nótese la ironía- te lo agradecen. Y es que -como decía Marisol- la vida es una tómbola de luz y de color, y la escuela no iba a ser de menos.