Cuando la gente no tiene vida, allá que se lanza a cuestionar la del prójimo. Las grandes urbes pensarán que es algo característico de los pueblos. Ya saben, cuando los vecinos sacan las sillas al fresco para morderse la lengua más de una vez al intentar cuchichear sobre la vida o indumentaria de 'fulanito'. Como si su vida fuese peor que la de ese grupo de cotorras que cacarean como si el día a día se le fuera en ello. Como si bramar dichas palabras fuese el único medio para que sus pulmones se les llenen de oxígeno. Como si viviesen por criticar.
Quizás se estén imaginando aquellas historias que narraban sus abuelos, allá por el tiempo en el que Dios puso la primera piedra en el mundo. Pero no. Les hablo de la actualidad. Y hablando de temas candentes y actuales –disculpen si me inmiscuyo-, ¿por qué no hablar de maternidad? Hace unas horas, la vicepresidenta del PSOE se ha convertido – y desconozco si por arte de magia –en la diana de los francotiradores y queridos compatriotas del bando contrario. Todo por una dimisión, fruto – parece ser (según algunas fuentes) – de un embarazo de riesgo.
Hago un alto en el camino para matizar que, a vista de pájaro, vivimos en una sociedad progresista. No obstante, abran los ojos, señores. El mundo mejor con el que soñaba Vázquez-Figueroa es y será una utopía. Siento comunicarles que están siendo víctimas de una farsa, que oculta la verdadera sociedad. Todo es apariencia. La realidad está disfrazada de supuestos y aplaudidos cambios y avances, sobretodo en cuanto al tema de los derechos de la mujer se refiere. Y que mayor derecho que decidir sobre su salud y bienestar, más aún cuando otra vida depende de ello.
Sí. Hablo del embarazo. De la necesidad de pisar el freno a fondo o ‘bajarse del tren’ laboral, de detener su velocidad, de ir en primera si es necesario, porque la vida de ese bebé importa más que la tuya, más que la política y, por supuesto, del ‘que dirán’. Hablo del derecho a pedir bajas laborales o a dimitir, como es el caso de la protagonista del día de ayer, Adriana Lastra, vicesecretaria general del PSOE.
No obstante, señores, parece ser que a la sociedad o a cierto grupo le encanta atacar, como águilas a sus presas. Les pongo en contexto para que me comprendan. El Partido Popular, tras la noticia, publicó en su cuenta de Twitter un polémico e ingenioso video, referido a Lastra, en el que Navarro Lacoba expone “si la causa de dimisión es un embarazo de riesgo, el PSOE está demostrando una insensibilidad absoluta con las mujeres”. Y yo me pregunto: ¿Insensibilidad? Llámelo ‘empatía’, abogar por el derecho de alguien que trae vida al mundo. Resulta preocupante que el títere que articula estas palabras sea una mujer, pero dejemos el agua correr para centrarnos en otro aspecto no menos interesante.
Así, retomando la línea del asunto que nos atañe, estas palabras, arriba mencionadas, no son de extrañar en una sociedad en que la mujer aún se encuentra desprestigiada laboralmente. En unos tiempos donde el salario equitativo, la conciliación y ocupar altos cargos siguen siendo un sueño para este grupo social. En unos años donde quedarte embarazada puede ser uno de los mayores muros para firmar un contrato con una empresa. Unos tiempos donde incluso el derecho a la salud personal de una mujer embarazada se ve mermado por las palabras sin sentido de ciertas personas que poco saben de los derechos ajenos y de los deberes propios.
Iratxe García, presidenta de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo, lo deja bastante claro al preguntarse: “¿Tan difícil es entender y respetar a una mujer cuando decide parar y tomar una decisión pensando en ella y no en los demás? Pues eso. Un poco más de empatía y menos buscarle cuatro piernas al gato”.