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De forma casual, me llega la historia de Elisabeth Eidenbenz, una de esas mujeres extraordinarias cuya proeza circula por las redes desde hace ya unos años. De hecho, el libro donde se relatan los acontecimientos por los que se puede admirar a esta y a tantas mujeres, protagonistas de esa negra y terrible Europa, se publicó en 2007. Pero durante este verano de 2016, en tierras catalanas, cercanas a la frontera francesa, se ha rodado la película, en la que participan varias actrices jóvenes, como la andaluza Natalia de Molina o la catalana Nora Navas. Las noticias aparecidas en la prensa sobre ese rodaje, en el que han participado técnicos y actores españoles, franceses y alemanes, han reavivado mi interés por esa triste y edificante historia.

La protagonista se llama Elisabeth Eidenbenz, maestra suiza que entre 1939 y 1944 puso en marcha una maternidad cerca de Perpinyà. Ejerció de enfermera voluntaria durante la Guerra Civil española dentro de una organización no gubernamental suiza. Al acabar la contienda, la joven, que en ese momento tenía 25 años, vivió la crudeza del éxodo republicano hacia tierras francesas. Al contemplar el trato dado por las autoridades galas a los casi 500.000 refugiados, Elisabeth decide trabajar a favor de las mujeres y de los recién nacidos.

Si la situación de los refugiados en el sur de Francia era calamitosa, podemos imaginar cómo sería la de las mujeres embarazadas. El momento de dar a luz era un auténtico drama que podía acabar en lo peor.  El parto se producía directamente en la arena de las playas francesas, sin ayuda, higiene ni privacidad alguna. Por eso, Eidenbenz, junto con un grupo de mujeres embarazadas y varias enfermeras voluntarias como ella, acondicionó una casa abandonada en Elna, pequeño pueblo situado cerca de Perpinyà. Aquel grupo de mujeres solas convirtieron el edificio en un verdadero hogar para madres y recién nacidos: una maternidad.

El nacimiento en las playas francesas era sinónimo de muerte; sin embargo, nacer en la maternidad daba una oportunidad para vivir.  Ellas ayudaron a traer al mundo a 597 niños y niñas hasta que los nazis clausuraron el centro. Desde entonces, han pasado más de  70 años y aquellos recién nacidos son hoy abuelos y abuelas que han recorrido ya buena parte del camino vital. La mayoría no conocían esta historia y muchos ni tan siquiera sabían el nombre de la mujer que les había salvado la vida. En el año 2002, pudieron juntarse para darle las gracias a Elisabeth.

Me parece un acto de justicia hablar de la historiadora que dio con esta mujer. Se trata de Assumpta Montellà, que ha publicado diversos trabajos sobre la Guerra Civil y el exilio, ha colaborado en diferentes asociaciones para la recuperación de la Memoria Histórica y es asesora del programa de TV3 Documentales Históricos. Pero su verdadera vocación es mirar y remirar papeles, hurgar en la memoria de la gente, hablar y conocer todas sus anécdotas para después poder describir el pulso de su país.

La Maternidad de Elna es el primer éxito editorial de Assumpta (8ª edición en catalán). Ha sido publicado en castellano, francés y alemán.

En cuanto a Silvia Quer, la directora de cine, que ha apostado por contar en imágenes, lo que Assumpta investigó, tiene muy clara su apuesta por la denuncia. Ante nuestros ojos, en los medios de comunicación, aparecen diariamente multitud de niños y de madres, y quizás de voluntarias. La historia se repite, aunque ahora los rostros, la lengua con la que se comunican, o las ropas con que cubren sus cuerpos, nos dejan indiferentes. Son “los otros”.  “No queremos explicar una historia bonita, ha dicho la cineasta, sino que la gente piense que esta historia también está pasando ahora con el drama de los refugiados y que tome conciencia de que hay muchas 'Elisabeths' en el sur de Europa haciendo el trabajo que hizo ella en aquel momento”.

No andamos sobrados de modelos, y menos de heroínas de carne y hueso. Por eso, hoy os he querido dejar aquí esta historia de lo pequeño, que como tantas otras, ha permanecido muchos años en la invisibilidad más absoluta. Elisabeth murió en  Zúrich, el 23 de mayo de 2011, a la edad de 97 años.

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