Se suele asociar el otoño a la melancolía, influido quizá por los tonos ocres que predominan en la naturaleza y por la percepción de pérdida que supone dejar atrás el verano y haciendo un esfuerzo para superar la astenia uno comienza a ver caer las hojas.
Las hojas de la memoria histórica que algunos con desagradable olor a naftalina franquista pretenden menospreciar y combatir para que siga vigente en España un silencio cómplice sobre lo que ocurrió y nunca se contó ni juzgó y que algunos incluso aprovecharon para su enriquecimiento ilícito e inmoral, en un país que aún tiene en sus cuentas a miles de desaparecidos a los que se les sigue negando una sepultura digna y una reparación moral.
Las hojas de la separación de poderes donde asistimos al aquelarre de jueces enrocados en sus poltronas negándose a cumplir con la ley sustantiva y moral y permitir que se renueve el aire viciado de determinados tribunales, creando un revuelo de tal magnitud que sorprende incluso al alma de las togas.
Las hojas del concurso de méritos de esta sociedad nuestra, miope moral y educativa, donde se ve con buenos ojos que un deportista analfabeto o un pseudo presentador de televisión gane cantidades pornográficas de dinero mientras investigadores de élite tienen un contrato o una beca basura y deben mendigar un escalpelo o un microscopio.
Las hojas de la vergüenza donde determinados premios nobeles muestran su felicidad porque en su país natal se haya producido un golpe de estado, donde fracasó como candidato presidencial y donde ve como al pueblo se le sigue negando el progreso y la libertad, hartos de ser expoliados por terratenientes y multinacionales, mientras él vive en Europa su particular fiesta del chivo, negando la existencia de la ciudad y los perros, rodeado de un glamour que en su época joven no se podía permitir soñar, llevando a gala en su pecho un marquesado otorgado por un rey que tras sus trapos sucios que van saliendo deja mucho que desear.
Las hojas de la inmoralidad que ha permitido que un país sin tradición futbolística alguna prostituya el deporte rey, con presuntos sobornos que están alcanzando a relevantes cargos del parlamento europeo, con unos arbitrajes mediocres, con un necrosado velo cubriendo los fallecimientos de los obreros que levantaron esos estadios y una legislación que niega los más elementales derechos humanos.
Pese a todo lo anterior y a la desnudez de las ramas de nuestra sociedad aún quedan raíces para soñar con un futuro que robustezca el árbol de la vida y comience a dar sus frutos morales y sociales.
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