La vida siempre nos sorprende, ¿verdad? Nos muestra dónde estamos realmente, nuestras fortalezas y debilidades, sin pedir permiso. Es como si tuviera un radar para señalarnos quiénes somos en realidad. Si crees que eres inteligente, te confronta con tus propias torpezas; si te ves fuerte e invulnerable, te muestra tus vulnerabilidades más ocultas. Personalmente, tiendo a pensar que soy un hombre igualitario y corresponsable, pero la vida se encarga de recordarme mis propios machismos y micromachismos, esos comportamientos patriarcales que arrastro y que forman parte de mi ser más profundo.
En lo que respecta al feminismo y a las mujeres, los hombres tenemos mucho que aprender. Casi siempre nos falta humildad para reconocerlo, especialmente cuando hablamos de igualdad o presumimos de haber evolucionado comparado con nuestras generaciones anteriores. A algunos, esos que decimos no pertenecer al 44% de hombres de la última encuesta del CIS, nos encanta alardear de ser aliados del feminismo, pero a menudo nos enfrentamos a la realidad que nos obliga a volver a nuestra posición inicial.
Recuerdo una experiencia reciente en la que una feminista me abrió los ojos durante un encuentro. Me hizo ver una costumbre arraigada en nosotros: preguntar, preguntar constantemente por cosas que podríamos buscar por nosotros mismos. ¿Dónde están las llaves, el café, mis calcetines, el móvil, la cartera, mis gafas de sol, la mochila, la correa del perro o el libro que dejé en la mesita de noche? Da igual, no importa el qué, cualquier cosa, el caso es no hacer el esfuerzo de buscar. Es como si asumiéramos que la responsabilidad de recordar estas cosas es exclusivamente de las mujeres, y nosotros fuéramos incapaces de ocuparnos de esos asuntos. Incluso cuando ellas nos piden ayuda, a menudo reaccionamos con frustración, como si buscar en su bolso fuera una tarea imposible. Nos hemos acostumbrado tanto a que nuestras madres lo hicieran todo por nosotros que nos parece normal delegar esas responsabilidades.
¡Hombre, es hora de reflexionar sobre nuestras actitudes y comportamientos! Debemos cuestionar esos roles que nos limitan. Si realmente queremos ser aliados del feminismo y luchar por la igualdad, ¡debemos empezar por reconocer nuestras propias limitaciones y trabajar para superarlas! ¡Dejemos de preguntar y comencemos a buscar! Sé que puede ser un poco más pesado, pero ¡nos vendrá mucho mejor en el camino hacia la igualdad!