El auge de la industria audiovisual de los 80 a los 2000 creó una serie de monstruos nostálgicos que derivaron sus traumas infantiles en la creación de nuevo contenido. Señores con barbas canosas vestidos como adolescentes, con remakes de camisetas de Colacao de Seúl 88, mostrando al mundo su especial apego a una época.
Lo gracioso viene cuando sienten la responsabilidad de transmitir a su público potencial aquello que les marcó. Resulta curioso jugar a reconocer eso a lo que ahora llaman referencias de otras películas. Pero a veces da la impresión de que existe un cupo de trozos de guión de otras producciones famosas que deben introducirte por los ojos. Por ley. ¿Será que se quedan sin ideas? A lo mejor dicen: “Eh, tío, el capítulo debe llegar a 22 minutos y llevamos 19”; “Pues mete al prota tonteando un rato frente al espejo antes de vestirse; y que diga muchas veces lo de ¿hablas conmigo?”; “¿Eso de qué peli era?”; “Yo que sé ya”.
Además de la escena de Taxi Driver en la que Robert de Niro se encaraba con su imagen, hay miles de situaciones recurrentes que se han reproducido una y otra vez en todo tipo de obras. Como aquella en la que el bueno de Robert llamaba a Clarice a través de su máscara... ¡Era broma, era broma! Era Anthony Hokins. Quería ver si estabas atento. Pero, ¿a que por un momento te lo has creído? Sí, sí, ya. Con todo esto quiero decirte que la autoría y la pertenencia del sketch a uno u otro producto se diluye.
Hay una serie infantil en Disney Channel que se llama Jessie, simple y simpática. Su episodio especial de Halloween es una recreación casi exacta, pero edulcorada, de El Resplandor ―¿O quizás debería decir Resplandior?―. Los niños que lo vean, directamente, pensarán que es una historia original de la niñera de Disney. ¿Veis adónde quiero llegar? Tampoco es que sea un problemón, pero da coraje. Se me ocurren cientos, empezando por la mano que asoma para coger el sombrero justo antes de que la piedra toque el suelo. Por cierto: no lo llaméis Indy como si fuera vuestro primo el del pueblo. “¡Mira, papá, como en Tadeo Jones!” Tiene cojones o qué.
El mono tirando el hueso al aire de 2001: Odisea en el espacio, con esa banda sonora que ha dado vida una y otra vez a otros monos, incluido Homer Simpson. La cámara lenta de Carros de fuego, ya he perdido la cuenta. La dramática sentencia de Scarllet O'Hara cuando pone a Dios por testigo. Aunque personalmente prefiero a Clark Gable ―que por cierto era de Cádiz, Ohio, pero Cádiz― pasando tres kilos de Scarlett. El doblaje en castellano decía “francamente, querida, eso no me importa”, más suave que lo del bledo. ¿Y quién no se ha puesto un corsé agarrado a una cama mientras le tiran de los cordones desde atrás? Yo no, pero pagaría por ello.
Constantino Romero diciendo a Luke que había echado un rato con la madre de este. El mismo Constantino que despedía a sus enemigos en japonés en el cuerpo del exgobernador de California. En la versión original Arnold decía “hasta la vista, baby”, que tiene mucha sonoridad para los anglófonos, pero “sayonara” queda más molón. También intentaron en la tercera o la cuarta parte de Terminator crear una de esas imágenes para el recuerdo con el T-800 cargando con un ataúd mientras disparaba; pero estas cosas salen y el público las acoge, no se pueden fabricar.
El baile de Pulp Fiction que si no lo bailan Uma y John no tiene tanta gracia. En fin, referencias, homenajes, ¿plagios? La cosa se pone un poco más seria cuando la excusa de la admiración se amplía un poco. Auténticas estructuras completas que se desarrollan con otros personajes, como Bailando con lobos y Avatar. Que no me vengáis con análisis concienzudos: si pintas a Kevin Costner de azul, clavadito. Que ahora me vienen imágenes de Braveheart, ¿no era Kevin también? Si es que todo baila en nuestras mentes, baila con lobos. Al fin y al cabo, estas dos películas no dejan de tener tintes de Romeo y Julieta. Igual que El Rey León no deja de ser una obra de Shakespeare animada.
¿Pero en qué año se acabaron las ideas? Yo lo que sé es que cuando veo un pasillo muy largo en un filme, sólo espero que salgan las gemelas, si no, me siento decepcionado. Todo esto no es nada si lo comparamos con tu cuñado bailando estilo Full Monty o Nueve semanas y media en la barbacoa familiar. Ahí ya da igual el cine, los directores, los guionistas y el productor, sólo queda huir. Como cuando Harrison Ford se tira por la catarata, ¿o era David Janssen?
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