Confieso que esta semana estoy bastante cabreada, así que vaya por delante una disculpa, si mi trabucazo alcanza a alguien. Es sin querer. O mejor, “sin querer queriendo”, como decían en la mítica serie mejicana El chavo del 8. Mi enfado tiene que ver con una noticia de la que seguro que han escuchado hablar estos días en los medios –el primero en lavozdelsur.es- y con sus distintas versiones.
El hecho frío es que el pasado mes de octubre el Instituto Andaluz de la Mujer publicó las resoluciones provisionales de concesión de las subvenciones en materia de prevención de la violencia de género y de participación para federaciones y asociaciones de mujeres en nuestra comunidad. En la misma, como es habitual desde hace años, se puntuaba los proyectos, más de 250, y se otorgaba una subvención inferior a la solicitada, en función de esa puntuación, con la condición de subsanar y modificar el proyecto adaptándolo al nuevo presupuesto. Lo normal.
Mi profunda decepción se produce cuando, entre el 31 de diciembre y el 3 de enero, se publica la resolución provisional en la que, sin respetar esa decisión provisional, se realiza –dicen que por una advertencia de irregularidad de Intervención- un nuevo reparto que alcanza sólo a las que más puntuación han obtenido, pero en el 100% de su cuantía.
Ello significa que, en la realidad social de la concesión de esas subvenciones, éstas sólo llegarán al 22% de las asociaciones de mujeres de Andalucía. En algunas provincias, a ninguna.
Hasta aquí, los hechos, las cifras.
Hace un año, y sólo hay que tirar de hemeroteca, ya hubo quien, cuando se firmó el pacto a tres bandas en el gobierno andaluz anunció que supeditaría el apoyo al mismo a la supresión de estas ayudas. Y, de momento, parece que sin haberse suprimido sí, al menos, se ha recortado su alcance. En esta edición ya no llegarán a casi el 80% del tejido que lo solicitó.
Me consta que hay personas y grupos de presión profundamente felices. Imagino que imaginan a estas asociaciones de mujeres que se han quedado fuera de estas subvenciones como peligrosas hordas de feministas desmelenadas que se han quedado sin munición con la que seguir sembrando odio en nuestra comunidad contra todos los hombres, incluidos sus parejas, padres, hijos…
Lo cierto es que la medida, y lo sé de buena tinta porque trabajo directamente con estas “extremistas de manual”, -ironic mode on-, afecta a asociaciones de mujeres fundamentalmente de áreas rurales, de ideologías diversas, también de derechas, sí; con edades sobre todo de entre 40 y 70 años, en ocasiones con diversas discapacidades, para las que estas ayudas constituyen en ocasiones la única fuente de financiación para realizar programas que tienen que ver con su empoderamiento, su reconocimiento como parte valiosa de la sociedad, su salud física y emocional, su tiempo libre,… y también, por supuesto, con el conocimiento de lo que es la violencia de género, la prevención de la misma, el conocimiento de las ayudas de las que disponen, de las medidas de atención en su entorno por si alguien de su familia la sufre para poder ayudarla... Su peligrosidad estriba en que existen, piensan, quieren su espacio, participan, opinan… y lo hacen de manera colectiva e individual y, ya les digo yo, que de manera mucho más libre, inteligente y argumentada que quienes andan por ahí satanizándolas, sin haberse acercado nunca a una de estas entidades.
¿De verdad éste es el feminismo al que hay que temer y erradicar y no al machismo que sigue imperando por muy invisible que quiera aparecerse? ¡Anda ya!