Uno se va dando cuenta de que los años pasan, y las generaciones también, cuando de pronto escucha a su hijo partirse de risa con un meme de un youtuber histriónico (e insoportable) con el Never Gonna Give You Up de Rick Astley. El niño no tendrá ni idea de quién es el pelirrojo ni que estuvo hasta en la sopa a finales de los 80, ni que quizás su madre llegó a tener un vinilo (un socorrido y apreciado regalo de cumpleaños de la época) del cantante inglés. Pero siendo conscientes de que además de reírse con Rick Astley a los jóvenes de hoy en día les encanta Queen o Bon Jovi, surge la reflexión sobre lo cíclico, sobre lo que vuelve como una gran verdad redescubierta o, incluso, reciclada. La música, el arte, la moda, la economía… Sin embargo, avanzamos embalados en tecnología, a golpe de talonario, el de los grandes entes que la dominan.
El todo vuelve también se aplica a la política de manera pendular: el valor y la necedad, la ambición y el sacrificio, el aborrecimiento y la admiración. Hoy corren malos tiempos para esta última. Andamos huérfanos de grandes líderes y, los que apuntan maneras, aún deben estar en proceso de maduración, si no los estropean antes. Y como en cualquier otro momento histórico, cuando impera la mediocridad, comienza la happy hour para los faltos de escrúpulos, que ven en los desequilibrios su oportunidad.
Visto así, el momento político actual debe estar en un 2x1 especial o, incluso, en barra libre. El máximo exponente lo tenemos en Trump, pero más cerca tenemos a un Boris Johnson (con el mismo flequillo rubio despeinado) que está haciendo sudar tinta en el Reino Unido y amenaza con hacer pupa a Europa sin miramiento alguno. No podemos olvidarnos de los países latinoamericanos, Venezuela, Brasil o Argentina, donde por increíble que parezca, el populismo más corrupto parece que vuelve con la Kirchner moviendo los hilos, en vez de estar presa. Y qué decir de España… seguimos en el aire, sin gobierno, y en un soporífero día de la marmota.
Escribía recientemente la periodista y escritora Rosa Montero sobre la hybris, un estado de soberbia tan absoluto que te deja sordo y ciego. En su artículo, hacía referencia al libro En el poder y en la enfermedad (Siruela, 2010), del neurólogo británico David Owen, quien trata de esta enfermedad en los políticos y, sobre todo, de cómo la ocultan. La hybris se entiende como un trastorno paranoide, un síndrome que genera un ego desmedido, un enfoque personal exagerado, aparición de excentricidades y desprecio hacia las opiniones de los demás. Todo hace indicar que, por desgracia, vivimos tiempos de hybripolítica. No es nuevo, es cíclico.
Los egos desmedidos, la impostada empatía (que no es otra cosa que bajeza moral), la falta de vocación de servicio y también de ideales, el show mediático, el cortoplacismo y el sostenimiento de la superestructura que da de mamar, el efectismo y el tan traído relato, se imponen en el panorama político de una España que, con carestía de responsables, se acerca atraída fatalmente por el imantado de una nueva crisis.
Una España políticamente paralizada se encamina a unas nuevas elecciones. Otra vez. Con graves frentes abiertos como el paro, la economía, las pensiones, la desigualdad o el problema de Cataluña, entre otros cientos de cuestiones no menos importantes. No nos falta un avío, y sí políticos serios que dejen de lado los egos, las ambiciones y el partidismo, que tomen las riendas pensando en el bien común del país, como así hicieron los políticos de la transición y primeros gobiernos democráticos, a los que se recuerda con añoranza. Ellos pudieron entenderse en un contexto sumamente más difícil, con ideologías tremendamente enfrentadas y las heridas abiertas.
Hoy, ese logro que fue de todos los españoles, sería inviable. No hay actitud, no hay voluntad, ni altura política. Pero para no ser catastrofistas, si ha vuelto hasta Rick Astley, por qué no va a volver la política como cosa seria, políticos de todas las ideologías que tengan buena cepa (que para eso estamos en vendimia). Haberlos haylos. A ver si les dejan, que eso da para otra columna. Menos hybris y más madera.
Comentarios