Quien me conoce sabe que el contacto con la gente me da la vida. Estar con los andaluces y andaluzas en nuestras ciudades y pueblos es para mí un chute de energía y también de realidad. Su cariño y apoyo me dan fuerzas, y sus quejas y demandas me anclan al suelo y me llenan la mochila de tareas por hacer.
La pandemia ha supuesto para todos un distanciamiento de nuestros seres queridos. Por eso, ahora que la esperanza ha llegado en forma de vacuna, estamos recorriendo Andalucía para conocer de primera mano los problemas reales de los andaluces y andaluzas y llevarlos al Parlamento para exigir al gobierno de Moreno Bonilla soluciones, y no sólo restricciones.
Más de 40 ciudades y pueblos de las ocho provincias andaluzas hemos visitado en un mes. Todos con la misma necesidad de una mejor atención sanitaria, de más empleo, de mejores infraestructuras, con sus Ayuntamientos exhaustos porque están combatiendo la pandemia solos, sin la ayuda del gobierno andaluz, y todos temiendo el cierre de colegios públicos, porque Moreno Bonilla ya ha eliminado más de 1.000 clases en centros educativos públicos desde que llegó a la Junta.
Todas estas demandas de la ciudadanía, a las que el gobierno andaluz da la espalda porque está aislado en su burbuja palaciega, las ha convertido el PSOE en más de 8.000 iniciativas parlamentarias en 2020, y más de 3.000 en lo que llevamos de año. Con un gobierno insensible y alejado de la gente como el que padecemos en Andalucía, la labor de oposición del PSOE se vuelve imprescindible.
Así me lo demostró un vecino de Málaga, que se acercó a la rueda de prensa que estaba dando en la calle y pidió intervenir para quejarse del gobierno andaluz, porque estaba desesperado al no poder conseguir una cita con su médico.
También he visto muchas miradas de emoción de compañeros y compañeras socialistas al reencontrarnos de nuevo, un año después, en nuestras Casas del Pueblo. Ojos vidriosos por encima de las mascarillas que expresan tanto como los abrazos más fuertes.
A mi niña de La Chana, María del Mar, a la que adoro y que no veía hace un año, me la encontré en Valderrubio y a las dos se nos llenaron los ojos de lágrimas.
Los kilómetros no pesan cuando se hacen para ayudar a la gente. Al contrario, compartir sus problemas, y también sus alegrías, me llenan de energía para seguir trabajando cada día por construir la mejor Andalucía posible.
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