Se tientan los "jueces" la ropa, prestos para condenar uno de los movimientos políticos más complejos y arriesgados de la historia de esta democracia: la formación de gobierno a partir de una coalición bipartita con el apoyo de una pléyade de formaciones con sensibilidades diferentes.
Así las cosas, hay que subrayar que no les falta razón a aquellos que argumentan, con dolor, que todo esto se podría haber evitado. Podríamos haber evitado la subida del PP. Podríamos haber evitado el subidón electoral del fascismo. Y también podríamos haber evitado el desgaste en la percepción pública de los propios instrumentos de nuestra añeja, y a pesar de todo, incipiente democracia. Pero quienes pudieron no lo hicieron posible, pese a los reiterados intentos de Podemos y la presión, por parte de una nutrida masa social del PSOE, que reclamaba un acuerdo perentorio en el ámbito progresista y de izquierdas. No se debe olvidar el grito de los militantes socialdemócratas en las puertas de la sede del PSOE: "Con Rivera No". De la irresponsabilidad histórica que señalábamos hace horas, hemos pasado a la necesidad histórica de desbloquear una situación que, de alargarse, generaría una degradación sociopolítica de dimensiones difícilmente predecibles.
Pues bien, a pesar de que se atisbaba la posibilidad cierta de que el PP y el despojo político a que ha quedado reducido Rivera y su caterva, pudieran negociar en el último momento su abstención, a cambio de una mayor derechización de las políticas impulsadas por Sánchez, esto finalmente no ha ocurrido. Las causas guardan relación, en el caso del PP, con mantener una línea de derecha dura para no ceder más terreno a los fascistas, lo que viene a significar una demostración dramatizada del rechazo al partido de Sánchez. En el caso de PSOE, además, han hecho algunas cuentas de lectura sumamente fácil: "Ganamos la investidura pero no sacamos los Presupuestos". "Ganamos la investidura pero nuestra propia masa social se nos ha vuelto en contra". "Ganamos la investidura pero no tenemos cómo gobernar en un contexto de recrudecimiento de la crisis económica, dejando la alternativa de izquierda estatal en manos, únicamente, de Podemos".
Los riesgos de esta coalición son grandes, pero a mi juicio la necesidad de encarar el reto es mayor. Me explico: no se puede dejar la política institucional en manos de la derecha en un momento de máxima fragilidad democrática. Es más, en un momento de auténtica emergencia social y ambiental. Convergen en este contexto una ultraderecha recrecida a través de un pacto social que, aunque incipiente, está comenzando a fraguarse, como lo atestiguan cientos de miles de votos. A esto hay que añadirle la próxima recesión económica, lo que, como es lógico, acrecentará el descontento social. Para espesar todavía más este caldo, hay que añadir un código ético social que ha venido siendo adulterado y embrutecido desde hace décadas, afianzando valores de individualismo e insolidaridad.
Esto coincide con un repunte de los flujos migratorios que ha sido fruto de la desregulación de estados enteros a través de ese invento occidental, sobre todo producido por EEUU, Francia e Italia, y que respondió al nombre de Primaveras Árabes. Resulta fácil colegir de lo anterior, que si este momento es muy complejo, lo que se avecina será, mucho me temo, bastante peor. Por ello, tomar riesgos, salir de la zona de confort y asumir responsabilidades me parece positivo y, sobretodo, honesto.
¿Alguien cree a estas alturas que el PSOE es creíble a la hora de respetar un papel manchado de promesas? La experiencia con el PSOE es que, solamente se producen logros si se presiona y se está en una disposición de poder.
Como ya he reiterado, los riesgos son altos, pero el reto es insoslayable. Por ello, es normal que nos afloren miedos: miedo a que salga mal una coalición de gobierno, que es un modo de hacer política que el bipartidismo se ha encargado de situar en segundos niveles, cuando no en la periferia y casi en la marginalidad. Miedo a que Podemos se contagie y cambie sus prioridades sociales, o a que esas prioridades sean rebasadas por un discurso de "conformación de sistema". Miedo a que el recrudecimiento de la crisis económica apenas deje capacidad para mejorar la vida de las personas y la sociedad tome como referencia mayoritaria de su indignación la propuesta fascista.
Sin embargo, yo tengo otro miedo. Mi miedo es que optemos, ante un reto que inevitablemente generará contradicciones, por escudarnos en dogmas que nos aparten de nuestra responsabilidad. En esta situación de crisis y emergencia, prefiero equivocarme haciendo, que pasar a la irrelevancia de una supuesta e improductiva pureza. La política institucional no es la única forma de hacer política, ni imposibilita ninguna otra forma de hacer política. Caminemos desde un frente amplio y sin fronteras, desechando sectarismos y reconociéndonos con humildad en un territorio que nos es ignoto: el 15M ha llegado al Gobierno.