Las noticias relacionadas con el Medio Ambiente copan estos días los medios de comunicación, o por lo menos mi pensamiento lógico, así lo percibe. Les pongo algunos ejemplos para que no crean que lo invento o vivo en un mundo paralelo. La muerte de las gacelas de la Hoya, los nidos de vencejo de la intermodal, la tala de árboles en las ciudades y la importancia de los refugios climáticos, la saturación de coches en las playas del Cabo de Gata, la salida del lince de la lista de especies en peligro de extinción, la llegada de las tortugas bobas a nuestras costas, la amenaza de los incendios forestales de cada verano, el debate de la arena de las playas y la subida del nivel del mar, el alga asiática invasora, la queja por la celebración del festival de música electrónica en el entorno de la Ribera de la Algaida, la especulación con las energías renovables, o los cursos de verano sobre la gestión del agua y otros muchos aspectos relacionados con la conservación de la naturaleza.
Noticias, como cristales poliédricos, relacionadas entre sí, con su cara a y su cara b, que nos llevan al debate, a la confrontación, a las protestas ciudadanas, a los cabreos por las redes sociales, a los juzgados, y en menos casos de los que nos gustaría, y sería conveniente, a soluciones inteligentes y a rectificar o prevenir problemas, pero que nos indican que la sensibilidad está cambiando y que cada vez somos más conscientes de la necesidad de la protección de nuestro entorno.
Ese cambio de visión hacia la naturaleza, aunque para algunos sea forzada por la legislación, la economía, o la necesidad de quedar bien, también se ve reflejado en actividades de educación ambiental, organizadas por los ayuntamientos, para mostrar a los vecinos, visitantes y turistas el entorno donde viven, y los ecosistemas y especies singulares de sus municipios.
Tengo la suerte de poder participar en varias, algunas me mantendrán ocupado todo el verano, y de conocer gente en ellas que me zarandea, me empuja para perder la posición, replantear mi discurso, mi visión del mundo y en muchas ocasiones, para reconfortarme en el convencimiento de que, aunque podría estar haciendo otras muchas cosas, transitando otros caminos más rentables económicamente y de mayor reconocimiento social, hago lo que hago porque disfruto, me enriquezco y me sujeta al suelo, el pensamiento mágico de los niños.
Ese pensamiento que dura hasta los siete u ocho años, donde no existen la lógica, los prejuicios, los dogmas, la ciencia, ni las leyes y donde todo es posible si lo puedes imaginar, las cosas suceden porque sí, los deseos tienen forma de varitas mágicas, los miedos de fuegos de dragón, los sueños de caminos de baldosas amarillas, las ilusiones de canciones inolvidables y las esperanzas del abrazo calentito e interminable de un oso. Donde existe la magia, la fantasía, los duendes, las sirenas, los perros que hablan, los fantasmas, las brujas, los Reyes Magos o el Ratoncito Pérez. Donde se puede decir lo que te apetezca, todas las preguntas tienen respuesta, el futuro no existe y no hay obstáculos que te impidan avanzar.
Estos días, mientras aprendíamos a mirar la naturaleza de El Ejido, caminando entre flamencos, lentiscos y sal, navegando por la costa de Aguadulce mientras Merino se elevaba entre las torres teutonas, y paseando por la orilla de la playa conociendo la Posidonia y Turaniana, he tenido la suerte de conocer, conversar y escuchar, a la pequeña Jimena y sus razonamientos sencillos, elementales, disparatados, desternillantes, con mucho sentido común y mágicos, muy mágicos.
Buscar respuestas a sus preguntas, y a la de todos los niños que han participado en las actividades y arrimaron sus sillas a los cuentos en Valdepeñas de Jaén, es un ejercicio de humildad, de recomposición, de crecimiento, e imaginación. No hay nada más reconfortante, estimulante y creativo que dejarse llevar por el pensamiento mágico de los niños. Lástima que luego crezcamos y nos demos de bruces con la triste, obscena, deprimente y razonada realidad de los adultos.
Jimena, que lamentablemente pronto perderá ese precioso don, además de regalarme una sonrisa para los próximos días, me ha dejado un montón de "¿te imaginas?", por contestar, un sinfín de ideas para mis cuentos, y la melodía de Rosa de Lima de Sabina. No se me va de la cabeza y me ha hecho relacionar el pensamiento mágico con esa ropa de abrigo que nos calienta en los días más fríos del invierno. Ven, ven, ven, vente conmigo.