Cuándo la duda vence y el miedo ahoga yo recito, como si de un mantra se tratase, uno de mis poemas favoritos de Miguel Hernández: Llamo a la Juventud. Cada vez que compruebo como somos juzgados, analizados y puestos en duda por cada acción de protesta, lo recito. Cada vez que me cercioro de que somos nosotros, la juventud, quienes más sufrimos y sufriremos, la precarización laboral, los recortes en educación, el cambio climático, los alquileres cada vez más inasequibles y el castigo de quienes apropiarse España quieren, lo recito.
Andalucía es la Comunidad Autónoma que cuenta con la mayor tasa de paro juvenil, menos contratos definidos, mayor tasa de temporalidad, elevados índices de siniestralidad laboral, récord en contratos a tiempo parcial y cuenta con el título de la comunidad con peor salario de Europa. Las diferentes reformas laborales han ido arrojando a los jóvenes a un pozo desde donde no se puede pensar en el mañana porque el hoy es incierto. Por mucho que sus músculos extendiese contra los desenfrenados que nos empujan a vivir en la oscuridad y la inestabilidad, fuera tan solo hay lágrima muda y constelaciones crueles. La juventud es la gran olvidada. Es por ello que somos nosotros quienes más necesitamos que se se forme un gobierno de tintes progresista donde se puedan llegar a acuerdos para que se coloquen sobre la mesa medidas que reviertan esta situación y poder salir del yugo de la pobreza y la precariedad y decir, de una vez, ¡aquí echaremos raíces antes que nadie nos eche!.
El problema del empleo no está separado del resto de problemas que asolan a la juventud. La falta de estabilidad hace que el porcentaje de jóvenes que no pueden irse de casas de sus padres no deje de crecer. Prorrogar la salida del hogar familiar mutila un proyecto de vida, impidiendo que podamos acceder a la vida adulta con las garantías que requiere y, por si fuera poco, dificulta -e incluso impide- la maternidad o paternidad. Cuando tienes un trabajo frágil, con un salario indigno y con unas condiciones laborales despreciables, el acceder a una vivienda se vuelve inviable, y mucho menos formar una familia. En 2008, un 54% de los jóvenes españoles menores de 29 años tenían un piso en propiedad. A día de hoy, apenas un 26%. El problema del acceso a una vivienda es una quimera para los jóvenes. La combinación entre bajos salarios y elevados precios de las viviendas, hace que sea casi imposible poder alquilar un piso. Si no fuera por la ayuda familiar que muchos jóvenes tenemos, muchos no conseguirían independizarse. Son los padres y los abuelos quienes terminan “subvencionando” la emancipación juvenil. Compartir piso no es una “moda”, sino una casi obligación para los jóvenes. Estamos viviendo una exclusión residencial y parece que nadie hace nada. Todo lo contrario, los alquileres no paran de subir y ningún gobierno hasta ahora se ha planteado hasta cuándo.
Por si fuera poco todo esto, nuestros barrios están llenos de crímenes empapados en una sangre inocente. Las casas de apuestas están cada vez más extendidas y somos nosotros también quienes más sufrimos las consecuencias de esta zarpa de lluvia sin que nadie nos de cobijo. Cada día crece de manera preocupante el porcentaje de los jóvenes, muchos menores que edad, enganchados a las apuestas. El juego online ha crecido en España de 2012 a 2017 en un 387% y las casas de apuestas proliferan como setas en los barrios más perjudicados por los efectos de la crisis y, sobre todo, cerca de los colegios. Los anuncios en la televisión avalados por ídolos deportivos hace por creer que la felicidad consiste en jugar para ganar. Cuando el trabajo, las relaciones personales o tú mismo estás mal, la solución a todas las preocupaciones: apostar. Un bombardeo continuo que acaba por arrastrar a más de medio millón de ludópatas -registrados- en nuestro país. Es la heroína de nuestro tiempo y nos está destrozando la vida mientras que, una vez más, parece que al Estado no le compensa impedir la propagación por nuestros barrios antes que se nos escupa, antes que se nos afrente y antes que entre las cenizas que de nuestro pueblo queden.
Pero, a pesar del paro, de los trabajos precarios, de los obstáculos para acceder a una vivienda, de los escollos de formar una familia, de un sistema de becas cada vez más impenetrable, de casas de apuestas y juegos online sin control, y de un bloqueo en el gobierno que hace que nuestras demandas ni siquiera puedan llegar a plantearse; aún con todo esto, los jóvenes seguimos siendo un ejemplo de responsabilidad, sensatez y compromiso. Somos nosotros quienes hemos dicho, “oye, adultos, que no hay un planeta B” y quienes seguimos pidiendo que se lleven a cabo medidas ecológicas antes de que sea demasiado tarde. Hemos estado a la altura y le hemos dado ese tirón de orejas que tanto hacía falta para despertar antes de que arrastrados sin remedio gritemos amargamente: ¡Ay España de mi vida, ay España de mi muerte!.
Puede que nos sigan ignorando, obviando y olvidando en sus políticas pero nosotros seguiremos resistiendo y alzando nuestra voz para que estemos en el centro. Nuestras demandas no pueden esperar, nuestros anhelos no pueden ser inalcanzables y nuestro sentir no puede seguir estando apartado de las tomas de decisión. No podemos seguir permitiendo que sigan truncando nuestros sueños y minorando nuestros problemas, mientras el mundo baila en el precipicio de una emergencia climática de no retorno. Somos jóvenes y aunque les pese, la juventud siempre empuja, la juventud siempre vence, y la salvación de España de su juventud depende.
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