El de los taxis es uno de los sectores en el que todo vale. Menudas irresponsabilidades cometen los taxistas, cometen las autoridades y cometemos los pasajeros cuando hacemos uso de este servicio. Día a día vemos en los medios de comunicación cómo intentan concienciarnos con las normas de seguridad vial. Algunas son muy básicas como el hecho de ponernos el cinturón de seguridad. Pero es subirnos en un taxi y a veces se nos olvida. Parece que por ir en un vehículo que presta un servicio público, que no conducimos nosotros, que no es de nuestra propiedad, podemos hacer lo que nos dé la gana. Pero el riesgo que tenemos al no llevar cinturón siempre es el mismo. Esto no debería entender de tipo de vehículo, de servicio o de conductor. En este caso los primeros responsables somos quienes decidimos no hacer uso de este salvavidas. Pero los taxistas hacen la vista gorda cuando en estos casos deberían ser responsables y obligar a los pasajeros a abrocharse el cinturón. A esto hay que añadir cuando son los propios taxistas quienes pasan de hacer uso del cinturón, jugándose la vida día tras día. Pero si hay alguien que hace la vista gorda esas son las autoridades. Con los taxistas pasan la mano de una forma escandalosa. La normativa de seguridad vial debería ser obligatoria para todos y penalizarla siempre que se vea. Sea un taxista, un conductor de autobús, de VTC, un camionero o un particular.
Lo mismo sucede con otro tema con el que se juegan la vida los más pequeños, el de las sillitas de bebés y niños. Si el sistema de retención es obligatorio, ¿por qué taxistas, autoridades y familiares permiten que los pequeños se suban a vehículos que no cuentan con este accesorio? La comodidad, la rapidez y el negocio están por encima de la seguridad de los niños, y eso es lamentable. Y da igual si el trayecto no dura más de cinco minutos. La exposición a un accidente de tráfico está desde el primer segundo en el que subimos a un taxi. De ahí la importancia de seguir las normas de seguridad vial, que por algo están. Está claro que la familia es la primera que no debe permitir que un niño haga un trayecto en coche si no va subido en una de las sillas reglamentarias. Pero sino, los taxistas deberían rechazar el servicio por responsabilidad. Y las autoridades poner las multas correspondientes.
A estos dos aspectos tan básicos y fundamentales de la seguridad vial hay que añadir el de la velocidad que cogen algunos taxistas para prestar más servicios en menos tiempo. De nuevo en la mayoría de ocasiones no reciben ningún tipo de penalización por pisar más el acelerador. Resulta paradójico cómo ocurre lo contrario a lo que debería de ocurrir. Los taxistas, dedicándose a este sector, deberían ser unos de los grandes abanderados de la seguridad vial. Deberían poner por delante la seguridad de los pasajeros y la suya propia. Pero una vez más, las malas condiciones y el mal estado del sector hacen que la supervivencia esté por encima de la propia vida y de la de los pasajeros.
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