Ir a comprar pescado al mercado en ocasiones se convierte en un engaño. Me refiero en concreto al mercado de Virgen del Rosario de Cádiz, ya que fue donde hace unos días analicé la situación que a continuación paso a relatarles.
En la mayoría de los puestos tienen los diferentes tipos de pescado expuestos de forma irregular. No están etiquetados como corresponde ni tienen el precio marcado. Esto se traduce en una falta de respeto hacia los clientes y consumidores. Lo lógico y correcto sería que junto a cada tipo de pescado hubiera una etiqueta en la que apareciera su denominación, el precio y otros datos como la zona de procedencia o el método de producción. Pero no. No queda otra que confiar en lo que los pescaderos digan de viva voz en el momento de preguntar. Hay que fiarse de que te digan un precio y de que a otra persona que pregunte minutos después le digan el mismo y no otro diferente. Hay que confiar en que sea pescado fresco. Hay que pensar que se trata de la especie que nos están diciendo. Hay que hacer el ejercicio de no dudar cuando te cuentan de donde procede. Al final la mayoría terminamos comprando lo que nos interesa, pero deberíamos plantar cara a esta forma de vender y denunciar.
Es cierto que si estos pescados estuvieran etiquetados también habría que confiar en que los datos que aparecieran fueran correctos. Pero por lo menos habría datos, habría pruebas, y sin duda sería más fiable.
Ahora que está tan de moda leer las etiquetas de algunos productos, deberíamos concienciarnos de que en el sector de la pescadería tendríamos que tener todos los datos cuando vayamos a comprar o consumir. Todavía hay poca concienciación sobre esto.
Aunque en este caso hago referencia a un mercado en concreto, esta es una práctica que se repite en numerosos puestos de diferentes mercados, en otro tipo de comercios, en restaurantes, en lonjas... Se trata de una industria en la que existen infinidad de irregularidades a la hora de tratar y vender los productos desde el primer momento de la cadena hasta el último.
Y en la provincia de Cádiz, donde muchas localidades tienen en el pescado gran parte de su fuerza económica, de su imagen gastronómica y de su mercado laboral, resulta bochornoso que haya tantas malas prácticas.