Verano, vacaciones, playa, piscina, campo, montaña, tapas, cervezas, conciertos, viajes… ¿Les suena toda esa relación de palabras? Seguro que sí. La mayoría relacionamos esta época del año con calor, ocio, descanso, amigos y familia. O como mucho, con trabajo. Las noticias que vemos en los medios de comunicación giran en torno a eso. Tan solo hay que fijarse en estos días, que parece que no pasa nada más en el mundo más allá de la ola de calor. Pero sí que ocurre algo más. Algo que es de valorar y a lo que se le da poca visibilidad. Hay gente que se pasa el verano prestando ayuda a quienes lo necesitan. A la hora de que cada uno aproveche sus vacaciones todas las opciones son igual de lícitas. Pero siento la necesidad de ensalzar la labor de los que invierten parte de su tiempo y dinero en realizar voluntariados.
Para hacerlo quiero ponerles como ejemplo a una de mis mejores amigas, una de las personas a la que más admiro. Desde hace varios años dedica sus veranos (y otras épocas del año) a realizar voluntariados. Ahora está en la India. Su pasión por la odontología y su forma de ser le han llevado a convertir el ayudar en su forma de vida, al menos durante unos meses. Si la economía se lo permitiese, lo dejaría todo y convertiría el voluntariado en su día a día desde enero hasta diciembre. Invierte sus ahorros en comprarse billetes de avión para llegar a destinos donde hay gente que necesita de sus conocimientos para mejorar en algo su calidad de vida. Y ella es feliz. Entre otras cosas porque desde que realiza este tipo de acciones ha aprendido a valorar la vida desde otro punto de vista.
Ella se conforma con muy poco. Cuando los voluntarios comparten su experiencia con los que nunca hemos realizado una actividad del mismo tipo, nos hacen pensar. Realizan reflexiones que hemos escuchado desde pequeños, pero cuando te las cuenta alguien cercano que ha vivido según qué experiencias en primera persona, se valoran aún más. Si tienen la oportunidad de escuchar a alguien que haya formado parte de una aventura de este tipo, háganlo. Probablemente por un momento se sientan muy pequeños a su lado, pero al mismo tiempo muy orgullosos por lo que hacen. Y quién sabe, quizá ese sea el empujón que algunos necesitamos para animarnos a hacer lo mismo, porque falta hace.
No hace falta viajar a la otra punta del mundo. Existen multitud de formas de prestar nuestra ayuda a solo unos minutos de nuestras casas
Según uno de los últimos estudios de la Plataforma de Voluntariado en España el número de personas que forman parte de organizaciones sin ánimo de lucro está cayendo en picado. En estos datos quedan a un lado las donaciones. En este caso no estamos hablando de dar dinero a una organización y que desde allí se encarguen de invertirlo en las causas que consideren. Estamos hablando de acudir a algún lugar a prestar nuestra ayuda. La falta de tiempo y dinero son algunos de los motivos por los que escasean los voluntarios. También el miedo a sentirse estafados influye en que no nos atrevamos a hacerlo.
De hecho este verano la única noticia que se ha escuchado en multitud de medios sobre los voluntariados es la estafa de una supuesta ONG a un grupo de jóvenes, entre los que se encontraba la hija de un famoso, que había viajado a Ghana para prestar su ayuda. Y aunque las hay, las estafas son excepciones. No nos dejemos influir por eso. Otra de las razones por las que cada vez hay menos voluntarios, desde mi punto de vista la más grave, es la falta de empatía. Hay situaciones que vemos tan lejanas a nosotros que no somos capaces de ponernos en el lugar de quienes las sufren. Ayudarles es más fácil de lo que imaginamos.
No hace falta viajar a la otra punta del mundo. Existen multitud de formas de prestar nuestra ayuda a solo unos minutos de nuestras casas. El verano es una buena época para informarse y comenzar a realizar estas labores. No olvidemos que la solidaridad nunca está de más y siempre que podamos tenemos que visibilizarla. A todos los voluntarios, y si me lo permiten en especial a la amiga de la que les hablo, gracias.
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