Hace no mucho que el Gobierno de España cumplía 100 días. Y esta semana el PSOE celebraba su 141 aniversario desde el día de su fundación, en un lejano ya 2 de mayo de 1879.
Podemos decir sin ningún género de dudas que la historia contemporánea de España no podría entenderse sin hacer referencia al gran partido de la izquierda española. El PSOE encarna desde el mismo día de su fundación la gran referencia de la igualdad y la libertad del tablero político español, que ha estado sometido a muy serias dificultades en diferentes momentos históricos de este siglo y medio de transformaciones y cambios.
En mi humilde opinión, el Partido Socialista, como dice nuestro presidente, es el partido que más se parece a la sociedad española. Debo recordar que es un hecho que las aspiraciones de superación de la clase trabajadora de nuestro país, del conjunto de la ciudadanía, durante décadas, han estado perfectamente referenciada en el Partido Socialista. De hecho, una vez reinstaurada la democracia, ha sido el PSOE, y no otro, el partido que los ciudadanos han elegido más veces para representar al pueblo. Es el PSOE, como fiel reflejo de la sociedad, el que ha sabido conectar más veces y de forma más amplia con la sociedad española a lo largo de los años.
Y de nuevo, y no lo considero una causalidad histórica, es el PSOE el partido que está al frente del Gobierno en un nuevo momento de extrema dificultad histórica para España. Como dijo la ministra María Jesus Montero, “y menos mal que estamos nosotros”.
Y es verdad, porque no quiero ni pensar qué estaría pasando en estos momentos si estuviera gobernando la derecha española. Porque la derecha española no es una derecha cualquiera. No es como la derecha británica, o la derecha alemana, por citar dos ejemplos. En estos países, modernos, avanzados, la derecha funciona como un legítimo sujeto político que trabaja por su país desde la responsabilidad de Estado. Y aunque yo no comparta con ellos su visión política, no dejo de reconocer que los partidos de centro derecha europeos son partidos estructurantes de sus respectivas sociedades.
Sin embargo, la derecha española tiene como un fin -eso estamos viendo- desestructurar la sociedad. Su fin no es ayudar a arreglar los problemas. No arriman el hombro. No comprenden que, ante una crisis de país, todos debemos permanecer unidos y estar a una para superar una situación que nos afecta a todos sin distinción de colores, banderas o pensamientos políticos.
Los grandes países se diferencian de otros en que, cuando son azotados por una grave crisis, todos los agentes políticos y sociales aúnan esfuerzos.
En estos durísimos momentos es cuando debemos sacar los mejor de nosotros mismos y no lo peor. Por eso, la solidaridad, y la lealtad a las decisiones que adopta el Gobierno son fundamentales y significan un ejercicio de patriotismo. Amar a nuestra nación no es abrir una cuenta bancaria en Suiza, no es vender las viviendas sociales a los fondos buitres, no es lanzar bulos y utilizar el dolor de nuestros compatriotas fallecidos para atacar al Gobierno. El amor por nuestro país es otra cosa.
El esfuerzo debe ser colectivo, y es responsabilidad de cada uno de nosotros, incluidos los ciudadanos como personas individuales: no toda la responsabilidad puede recaer sobre el Estado. Es una responsabilidad colectiva.
Debemos recordar que las decisiones sobre el estado de alarma y el desconfinamiento han sido adoptadas por el Gobierno no de forma arbitraria, sino siguiendo las instrucciones de los expertos sanitarios, que son precisamente eso, los expertos en la materia.
Por eso me sorprende ver a Abascal, y a su aventajado discípulo, Pablo Casado, protagonizar en cada sesión parlamentaria y en cada intervención pública el espectáculo más bochornoso que jamás pensé que podría ver: mencionar reiteradamente a los muertos para tratar de sacar rédito político sin proponer ninguna solución al respecto. Al fin y al cabo, es para proponer soluciones para lo que estamos en política.
Es ésta la peor derecha de Europa. Que tomen ejemplo de sus vecinos portugueses, o de otros partidos de derecha europeos. En otros países, oposición y Gobierno están unidos todos a una. No hay lugar para la fisura. Es con la unidad con la que tratan de superar esta pandemia. Pero en España, la derecha ha dinamitado todos los consensos posibles, y todo trabajo en común, con tal de intentar arañar los votos que no consiguieron en las urnas.
Dijeron hace cien días que el Gobierno no era legítimo. Insultaron a los millones de españoles que votaron a los partidos de la coalición progresista. Y ahora, ante la pandemia, han aprovechado el dolor de las víctimas, y la dificultad económica que atraviesa el país, para volver a faltar el respeto a los españoles.
Miro con sana envidia a los países europeos que cuentan con partidos de derecha que sí están a la altura de las circunstancias. En España la derecha está a otra cosa: mientras critican a su país en Europa, mientras se han pasado décadas socavando la sanidad pública y favoreciendo la sanidad privada, se dan golpes en el pecho de españolismo y llaman ‘héroes’ a unos sanitarios cuyas plantillas quedaron recortadas a consecuencia de las políticas de la derecha.
Es por ello por lo que debo reiterar que la nuestra es la peor derecha de Europa. Y esto lo sabemos en el PSOE, porque llevamos combatiendo a esta misma derecha durante nuestros 141 años de Historia. Porque son los mismos, pero con traje nuevo.