Una de las escasas atracciones de la infancia de nuestros padres y abuelos, o al menos eso siempre nos recordaban, eran los cines (especialmente los de verano, que ya no quedan salvo algún esbozo) y las llamadas cunitas de Mariano, que al parecer se fueron instalando de forma itinerante en puntos del centro de Jerez como la calzada del Arroyo, la Alameda Vieja o al final de la calle Porvenir. Esta atracción de finales de los 60 costaba un real y era tal la ilusión que desplegaba en aquel pueblo grande de raíz agraria y bodeguera que todavía hoy, en grupos de Facebook como Cosas jerezanas que se han perdido con el tiempo —que cumple una década en esta red social recopilando estampas y recuerdos asombrosos de la historia de la ciudad—, se generan entrañables debates nostálgicos en torno a las pocas fotos de aquellas cunitas que hay subidas a internet.
Por mucho que rebusco, a Mariano no le dejaron instalar su atracción en la plaza del Arenal, entre otras cosas porque aquella plaza del Arenal, tan hermosa en su zona central, como se ve en las fotos de la época, estaba cercada por el incipiente tráfico motorizado que ya rugía en el centro. A Mariano supongo que no le importó y cualquier sitio era bueno para emplazar su cacharrito. Sus clientes, eso dicen, pensaban lo mismo.
Este jueves la ciudad tendrá funcionando una especie de cunitas de Mariano del siglo XXI, una noria panorámica cuya gran novedad no es la atracción en sí —habitual en muchos pueblos y ciudades del mundo, nada original vaya— sino su singular (por extraño) emplazamiento: la plaza mayor de la ciudad. El Ayuntamiento ha decidido que la ubicación más idónea para esta mole de no sé cuántos metros de altura es la plaza del Arenal, en concreto la zona ante el antiguo edificio de la caja de ahorros, lo que significa que la atracción queda extrañamente encajonada y, a falta de testeo, no parece que vaya a ofrecer grandes vistas como yo me imaginaba, más allá de enseñar las antiguas oficinas de aquella gran Caja que desvalijaron y algún que otro dormitorio sobre el que habrá que irremediablemente bloquear las miradas furtivas.
Como dicen que el de Jerez, hasta que no toca, no ve —o eso piensa el ejecutivo socialista, que espera que las quejas se apaguen cuando la noria empiece a girar—, hasta que abra hoy al público el cacharrito solo ha provocado una catarata de críticas y comentarios negativos hacia la atracción y, fundamentalmente, hacia el gobierno municipal por permitirla en ese sitio. Un aluvión de jerezanos no está de acuerdo con el emplazamiento y, sin entrar en temas de seguridad, podas de palmeras o el hecho de que ese mamotreto pueblerino (hay norias y norias, como todo) esté sobre las pantallas perimetrales de un parking subterráneo o sobre una necrópolis islámica, me basta imaginar las vistas a ojo de pájaro de la Bahía de Cádiz y la campiña que la noria habría ofrecido desde la cercana Alameda Vieja y uno no puede más que darles la razón.
Por cierto, alguien del gobierno local —cuyo nombre no mencionaré— me preguntó hace unos días por mi parecer sobre la polémica y, evidentemente, le dije que de instalarse en el centro creo que el sitio más idóneo era la Alameda Vieja, por anchura y altura del espacio. Me dijo, literal, que eso estaba muy lejos y que allí no iría nadie.