Cuatro elecciones generales en cuatro años. Gobiernos precarios y muchos meses de Ejecutivos en funciones. Presupuestos agotados. Auge voraz de la extrema derecha y una Cataluña fracturada con la política en los abismos en favor de la judicialización del conflicto. El primer Gobierno progresista en coalición desde el Frente Popular en la Segunda República estará protagonizado por PSOE y Unidas Podemos. Ambas formaciones, una con un peso histórico clave en la democracia actual y otra con una valentía emanada principalmente de la indignación social del fenómeno del 15M, afrontan un mandato en España plagado de incógnitas pero también de ilusión por abrir una nueva era política en el país tras la Transición del 78 y la gran crisis de 2008.
Lo más básico, dudas por cuánto durará la legislatura ("cuatro años", ha dicho este martes la vicepresidenta en funciones Carmen Calvo), si bien lo importante será ir avanzando en el mandato y amarrar los acuerdos a la manera de la filosofía cholista, partido a partido. Habrá incertidumbre por cómo se aplicará una esperanzadora agenda social, cifrada en unos 30.000 millones, que devuelva la dignidad y saque de la precariedad absoluta a muchos españoles tras los muchos recortes de la última década.
Será un nuevo Gobierno con las reservas lógicas por cómo sentar las bases de una restauración de la fractura política y territorial abierta en Cataluña, que de lograrse, rebajará al fin el volumen de una bronca a ninguna parte que parece interesar a muchos menos de los que se cree en una España diversa, plural y convencida de que en su variedad está su riqueza. Y será un Ejecutivo al que mirarán con lupa por cómo se comportarán los miembros del bipartito, con una relación un tanto bipolar y repleta de tensiones, especialmente, en estos últimos diez meses de Gobierno en funciones, pero que ahora parece vivir un momento dulce cargado de abrazos y buenos deseos.
Enfrente, los partidos de la derecha ya anticipan, tras sus intervenciones en las tres jornadas de pleno de investidura en el Congreso celebradas entre el pasado fin de semana y este martes, y su despliegue estos días en la guerra de guerrillas alentando la fuga de votos y el transfuguismo, una oposición sucia, destructiva y a cara de perro. Un Pablo Casado comprando desde su liderazgo en el PP el verbo violento y guerracivilista de Vox, una Arrimadas que insiste en montar pollos como única propuesta e incapaz de entender por qué Ciudadanos pasó de 54 a 10 escaños, y un Vox convertido en una derecha auténtica y en unos pretendidos salvapatrias que seguirán por mucho más tiempo en la cresta de la ola también como consecuencia, por qué no decirlo, de haber dejado para enero lo que pudo echar a andar en mayo.
Pedro Sánchez Pérez-Castejón, 47 años, secretario general del PSOE, ha sido investido presidente del nuevo Ejecutivo central por mayoría simple en una ajustada votación en la que solo dos escaños han separado los síes de los noes —167 parlamentarios frente a 165—. El estrecho margen en la votación y el apoyo imprescindible, por la vía de la abstención, de independentistas catalanes (ERC) y los vascos de EH Bildu, hará que Sánchez, que ha retrasado a la semana que viene los nombramientos del Ejecutivo y su primer Consejo de Ministros, ostente un poder frágil al frente de un Gobierno que debe tener mucha personalidad y determinación para no sucumbir ante las presiones y exigencias continuas de unos, y las provocaciones y exabruptos de otros. Del sí, se puede a España se rompe; progreso y voluntad frente a Apocalipsis y destrucción.
Aquí, el documento base de trabajo para este New Deal de la política española:Coalición progresista. Un nuevo acuerdo para España.
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