A más de una y uno se le ha torcido el gesto. Pese a que en el seno del gobierno local aseguran que le es indiferente quién sea el candidato del PP a la Alcaldía de Jerez, lo cierto es que nadie respira aliviado con la marcha de Antonio Saldaña por imperativo popular. Alguno hasta temblaba ante la posibilidad de que Saldaña, debido al enorme cabreo por el descabalgamiento, pagase el rebote con un salto a Vox. Finalmente se mantendrá en el PP, será disciplinado, peleará por ser de nuevo parlamentario andaluz y ya veremos si en el futuro —tiene 45 años— vuelve por el pleno municipal o, quién sabe, hasta por el despacho de Alcaldía.
El giro de guion del PP en Jerez, que muchos aseguran que podía hasta intuirse, o como mínimo no pillar por sorpresa, ha dejado estupefactos a muchos. Al primero, obviamente, al propio Saldaña, que trabajaba hasta anteayer por llegar con opciones a mayo de 2023. En su lugar, vuelve a la carga María José García-Pelayo que, vía Aurelio Romero, lleva desde 2013 siendo presidenta de los populares jerezanos —no hay forma de convocar nuevo congreso local, pese a que han pasado ya casi diez años desde aquella aclamación—, controlando todo lo que se mueve y siempre con la espina clavada de 2015.
“En el Congreso estaba muy cómoda, ha aceptado a regañadientes”, aseguran algunas voces en los mentideros políticos de la ciudad. La realidad es que Pelayo, que compatibilizará su candidatura con su acta en la Carrera de San Jerónimo, se quedó a las puertas de revalidar la Alcaldía tras su abrumadora mayoría absoluta de 2011. Y lo hizo, pese a todo el controvertido historial de gestión que acumuló, en gran parte asediada por la crisis galopante de aquel momento —rescate bancario y ley Montoro en 2012 que estranguló a ayuntamientos especialmente endeudados como el de Jerez— y por protagonizar el primer y único ERE masivo en una administración pública en todo el Estado español. Vendió Aguas de Jerez, borró delegaciones como las de Igualdad o Juventud, desmanteló Onda Jerez, mantuvo una huelga de 21 días en el servicio de basuras, meses de impagos, y el paro se incrementó. Sin duda, el mandato económico y social más complejo que recuerda la ciudad.
Pero aún así, recuerden, Pelayo ganó las elecciones —un 34% de los votos, 11 concejales; frente al PSOE, 24% y 7 ediles— y, en plena ola de los ayuntamientos del cambio, casi logra retener Jerez para el PP. Solo una poderosa izquierda en aquella época logró que Mamen Sánchez fuese alcaldesa. Y luego Mamen supo aprovechar aquella ventaja y ampliarla en 2019. 2023 será otra cosa. Y Pelayo, animal político, curtida en mil y una batallas, lo sabe. Con una izquierda descompuesta, limando desacuerdos y buscando acuerdos nuevos que abriguen esperanza, el PSOE debe buscar aliados para no salir del ejecutivo local.
El tirón popular de Pelayo, una fiera en la distancia corta con los vecinos y vecinas, es indiscutible, mientras que el auge de Vox —veremos si dura en pie el suflé hasta el año que viene—, amenazan ahora la continuidad del Ayuntamiento del PSOE en la quinta ciudad andaluza en población. Hay quien ya habla de acelerar el indulto a Pedro Pacheco para que pueda concurrir. Por aquello de la aritmética democrática tras las municipales. Jerez. Ojo con subestimar y ojo con lo que se desea: puede que se cumpla.