Juan Manuel Moreno siempre podrá decir que asistió al cambio, pero depende de él que la historia le recuerde como el que lideró el cambio. Porque no es lo mismo intercambiar, esa expresión tan socorrida del quítate tú para ponerme yo, que cambiar, que algo pase, mejor o peor, a ser diferente a como era antes. Dos años no cambian lo malo que haya habido —y en este caso fue mucho— en 36, pero sí pueden dar paso a un propósito de enmienda real. Enseñar la senda de la diferencia, de los nuevos modos y maneras, no estaría mal para empezar. Ser coherente entre lo que se dice y luego se hace, también ayudaría. No sea que alguien pueda acabar pensando eso de más vale malo conocido que bueno por conocer. O como en El maestro Juan Martínez que estuvo allí, donde Chaves Nogales, por boca de los protagonistas, recuerda que “los tiranos de fuera nos hicieron preferir mil veces a los tiranos de dentro”.
No perdió el Debate sobre el Estado de la Comunidad Juanma Moreno. Y no lo perdió, primero de todo, porque no hubo debate. Y no lo perdió, segundo, por lo mismo que logró auparse al poder andaluz aunque perdiese 300.000 votos para su partido en diciembre de hace dos años. Ganó el poder porque tiene muletas sobre las que mantenerse de pie y venció el debate por incomparecencia de rival. Cuando éste no aparece, en el fútbol el resultado es de 0-3, aunque el partido no se haya jugado. La realidad es cabezona y la realidad no está en el antiguo hospital de Las Cinco Llagas. Está en las calles y plazas de los pueblos de Andalucía. Esas que Moreno debería patearse más, pues las encuestas, encuestas son, y una cosa son los sondeos y otra mirar a los ojos a los andaluces.
Tras salir airoso del Debate andaluz, donde Moreno exhibió la moderación y el talante que se le resistía a Casado, ahora Casado ha metido en un jardín a Moreno, que sube como la espuma en el PP nacional y hasta hace unos días la ex directora de El País, Soledad Gallego Díaz, lo ponía de ejemplo de cordura en este PP tan Jekyll y Hyde. El rapapolvo de época del líder nacional de los populares a Santiago Abascal, a propósito de la moción de censura a ninguna parte que éste ha defendido en el arrinconamiento que solo puede tener el fascismo, ha provocado una cascada de reacciones en Vox que afectan directamente a la estabilidad del Ejecutivo de Moreno Bonilla y a su tiempo político.
Veremos en qué acaba la bravata voxera, pues las teorías van desde el inevitable adelanto electoral por falta de presupuestos hasta una recomposición de los socios tras una pelea de postureo
De entrada, Vox ya ha dicho que no negociará si quiera los Presupuestos de la Junta para 2021, decisivos tras la irrupción de algo tan inesperado como una pandemia y, más si cabe, por los fondos europeos incondicionados que Moreno quiere para Andalucía, una de las regiones más empobrecidas de la zona euro. La ruptura de la ultraderecha con Moreno puede que estuviera ya sobrevolando por la cabeza del presidente andaluz, pues en su moderado y dialogante discurso en el pasado Debate andaluz no cesó de tender puentes a un lado y a otro, más por consciencia de su debilidad y de la fragilidad de su negociado que por convicción propia.
Veremos en qué acaba la bravata voxera, pues las teorías van desde el inevitable adelanto electoral por falta de presupuestos —que no sería del todo malo para Moreno y el PP con una izquierda deshecha y un PSOE deshojando la margarita de su liderazgo— hasta una recomposición de los socios tras una pelea de postureo. Moreno y Casado han ganado esta semana muchos puntos —el discurso de este jueves del líder del PP parecía firmado por Iván Redondo—, pero la situación del primero tras la moción de censura es mucho más comprometida que la del segundo.
Lógico, pues repudiando a Vox y a todo lo que representa, tiene mucho más que perder el primero que el segundo. ¿Se ha salvado Casado de marcharse a la irrelevancia política comprometiendo el futuro político del PP al frente de la Junta de Andalucía? ¿Se la ha jugado Casado a Moreno —sorayista— renegando de Vox y sacrificando Andalucía? Sea como fuere, es esta tierra la que sigue sufriendo, con una segunda ola disparada, y con un porvenir más oscuro aún del que había hace unos años antes del cambio. Porque como se enseña en El maestro Juan Martínez… “repartir bonos y echar discursos eran cosas que hacían con la mayor facilidad del mundo. Dar de comer era ya otra cosa. Al principio no se portaron mal con la población civil, y dieron buenas palabras a todo el mundo. Lo malo fue cuando empezaron las requisas a los aldeanos. Se lo llevaban todo”. Una cosa es asistir al cambio y otra representar el cambio.