El 29 de octubre de 2016, Pedro Sánchez publicaba un tuit: "El lunes cojo mi coche para recorrer de nuevo todos los rincones de España y escuchar". Después de ser defenestrado por los gerifaltes de su partido, el actual presidente del Gobierno se volcó en su Peugeot en visitar puerta a puerta a la militancia para doblegar a quienes ponían en duda su liderazgo y hasta donde podía llegar. Y venció.
Haciendo menos ruido público, Susana Díaz, líder del PSOE andaluz hasta que se demuestre lo contrario (en las primarias previstas, en principio, para final de año), recorre Andalucía de punta a punta sin descanso desde hace semanas, hasta los pueblos más reconditos de diferentes provincias andaluzas está visitando. Incansable. Si hace cinco años ella era la que estaba en el lado oficial, la que salía poco o nada del despacho de San Telmo creyendo que el poder socialista en Andalucía estaba garantizado sine die, queda claro que hay una cosa inalterable en política: las historias pueden repetirse con distintos protagonistas, nunca hay que dar nada por hecho, y las tortillas siempre suelen tener vuelta y vuelta.
Hay nerviosismo por el movimiento frenético de Susana Díaz en esta precampaña de primarias, ya que mientras Ferraz se juega el control del PSOE-A en reuniones de mesa camilla y despacho, con viajes en AVE Sevilla-Madrid-Sevilla, es Susana la que está con el pueblo, con la gente, la que recibe arrumacos y apoyos de sus compañeros y compañeras de filas. Hay nerviosismo porque la carismática Susana no ha dicho su última palabra en esta batalla y, por supuesto, es una guerra en la que ella pelea con todas las armas que tiene a su alcance, incluida su red de, por ahora, buenos aliados socialistas en muchas provincias.
Direcciones socialistas en Málaga, Almería, Córdoba, Granada... hasta un nutrido grupo de díscolos onubenses que han desafiado al pedrismo imperante en Huelva se oponen a adelantar las primarias como se está pidiendo desde los núcleos de poder oficial, especialmente desde Jaén. Dicen que hay que respetar los tiempos y los tiempos están dictados: final de año. "Sí o sí", dijo hace poco Gómez de Celis, hombre de Sánchez de Despeñaperros para abajo. Y de aquí a final de año hay tiempo más que suficiente para que Susana siga recabando apoyos y convenciendo, desde su papel de líder de la oposición y jefa de los socialistas en Andalucía, de que merece una nueva oportunidad. Porque ganó las últimas autonómicas y porque sus manos están limpias. Y si alguien dice lo contrario, que vaya al juzgado.
¿Renovación con Espadas? Hay un BOJA que sale a relucir estos días en el que éste ya trabajaba como asesor del entonces consejero andaluz de Medio Ambiente, Manuel Pezzi, en 1994. Es decir, Juan Espadas, delfín del sanchismo en Andalucía y alcalde de Sevilla, adalid de la renovación y cuarta o quinta modernización del PSOE andaluz, ya trabajaba en la Junta cuando Susana Díaz tenía 19 años y casi que ni estaba inscrita en las Juventudes Socialistas. ¿María Jesús Montero? Tampoco. ¿Felipe Sicilia? Como dice el fandango abandolao, a esa liebre no tirarle... Cuidado con Susana porque a lo mejor la han dado por muerta políticamente y está más viva que nunca. Ojo porque esta semana ha estado impregnándose del espíritu de Fuenteovejuna (Fuente Obejuna), provincia de Córdoba, y ahora el papel de Comendador, de hipócrita incapaz de cumplir cualquier pacto, lo tiene otro.
A lo mejor, como en la obra de Lope, la unión del pueblo-militancia andaluza acaba con cualquier forma de opresión, atropello o imposición precocinada. Cuidado con Ícaro, volando tan cerca del sol que acaba quemándose. Moreno, que dice manejar tan buenas encuestas, no quiere elecciones anticipadas ni muerto; Ferraz, en el fondo, querría despachar cuanto antes el asunto de unas primarias que quitaran de en medio a la trianera (de hecho, han sido ya varios los ofrecimientos de puentes de plata con cartera ministerial, todos sin éxito). Su obsesión es recuperar Andalucía, reconquista la Junta. Entonces la duda, la pregunta, la incógnita, es, si está tan supuestamente acabada, tan achicharrada, si da tan mal cartel... ¿quién teme tanto a Susana Díaz?