Vuelve Magaluf de la Frontera por Navidad y con Zambombas a 10 euros con consumición

Era cuestión de que pasara lo peor de la crisis sanitaria para que volvieran las imágenes lamentables que habían quedado congeladas en la retina prepandémica de los sufridos vecinos que resisten en el centro de Jerez

Periodista, licenciado en Comunicación por la Universidad de Sevilla, experto en Urbanismo en el Instituto de Práctica Empresarial (IPE). Fundador y Director General de ComunicaSur Media, empresa editora de lavozdelsur.es. Antes en Grupo Joly. Soy miembro de número de la Cátedra de Flamencología. Primer premio de la XXIV edición del 'Premio de Periodismo Luis Portero'.

Calle Caballeros, 19.00 horas de este pasado martes festivo de Zambombas en Jerez. Sin comentarios.

Era cuestión de que pasara lo peor de la crisis sanitaria —el covid, por cierto, sigue muy pero que muy presente en nuestras vidas— para que volvieran las imágenes lamentables que habían quedado congeladas en la retina prepandémica de los sufridos vecinos que resisten en el centro de Jerez. No había llegado diciembre y los rincones y casapuertas ya habían vuelto a convertirse en pequeños riachuelos de orín que ha habido que eliminar a la mañana siguiente. Como antiguamente, cada uno limpiando la puerta de la calle. Pero ni litros y litros de lejía, ni Zotal acaban con tanto guarro/a suelto/a. 

Ha vuelto la Zambomba donde la dejamos. En toda su dimensión masiva y artificial. El Ayuntamiento promueve la farra low cost, convertido el meollo del centro en una nueva Feria de diciembre, pero no hay váteres químicos, solo algunas papeleritas más. Con discotecas en el centro cobrando entradas (10 euros con consumición) por asistir a una de esas fraudulentas celebraciones que solo tienen de Zambomba —recordemos, Bien de Interés Cultural— el nombre: diez minutos de villancicos y horas y horas de reguetón, trap y cubatas a mansalva.

Botellonas y meadas por doquier. Autobuses que van entrando y saliendo a la vera del Alcázar cada equis tiempo, repletos de visitantes ávidos por conocer no sabemos qué ciudad. Coches que revientan acerados del centro. Apartamentos turísticos donde no cabe una cama caliente más. No hay ordenanza municipal, ni apenas controles, hay un bandito al que regula y sobrepasa la propia realidad de esto que era una tradición de patio de vecinos en la antesala de la Nochebuena y va camino de reventar de éxito.

Pero los patios de vecinos pasaron a la historia. Ahora los museos no abren por falta de audiovisuales y guías interactivas, como si el verdadero tesoro no estuviera en los discos de pizarra y en los cilindros de cera. En esa esencia que se borra sin remisión. "Un 92% de los alojamientos ya no están disponibles en nuestra web para esas fechas", dice Booking, el portal estrella de reservas turísticas sobre la disponibilidad de habitaciones en Jerez para que el turista pase lo que queda de acueducto zambombero de diciembre.

El turismo es un gran invento, siempre y cuando el turista no expulse a quienes viven todo el año donde el turista va solo a pasar unos días. El turismo de calidad no invade, no mea en las puertas de casas y garajes, respeta el descanso de los vecinos bien entrada la madrugada... pero, ojo, ¿y si el visitante al que nos referimos no procede de desiertos remotos? ¿Y si en realidad el que acaba de mear en esa puerta, el que acaba de montar ese escándalo o de destrozar el retrovisor del coche estacionado es un paisano que vino de una barriada a maltratar al centro y a sus sufridos vecinos? Para una cosa buena del centro por Navidad, la cabalgata de Reyes, quieren llevársela a las barriadas.

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