Dicen que la política tiene fama de no prometer aquello que con tanto ahínco había prometido. Los líderes políticos presumen de la grandilocuencia de sus programas, de la estabilidad de sus gabinetes y de la cantidad de dinero invertido en sus proyectos. No obstante, a la hora de la verdad, las inversiones y palabras que prometen para mejorar la sociedad se evaporan, desaparecen sin más. Luego, vienen las excusas, echar balones fuera, improvisar, jugar con la ciudadanía, o como ustedes quieran llamarlo.
Esto justamente es lo que ha pasado estos días en el Comunidad de Madrid. Como bien sabrán, la sanidad pública madrileña está pasando por uno de sus peores episodios dentro de la Dinastía Ayuso. Siendo más específicos, en plena parafernalia de averiguar o adivinar cómo mejorar – sin hacerlo – la sanidad, el pasado 27 de octubre se procedió a la reapertura de las urgencias extrahospitalarias, un total de 80 centros, operativos las 24 horas, con apenas la mitad de los sanitarios que había antes de la pandemia. Convirtiéndose esta en la tercera nube de humo o fogata que los de Ayuso prenden en seis meses para intentar solventar el problema sanitario o – más bien para marear al rebaño. Una inmensa nube de humo que, a simple vista, parecía un magnífico proyecto marveliano, capaz de resolver de una vez por todas los problemas de la atención sanitaria en la Comunidad de Madrid.
No obstante, como toda nube de humo, tras la misma se ocultan aspectos que al principio escapan de nuestra inocente vista, pero que una vez disuelta, vislumbramos menos de lo que realmente queríamos ver o creer.
Pues bien, la última fogata de Díaz Ayuso ha sido crear este plan, que aparentemente pretendía atender las necesidades sanitarias de un mayor número de ciudadanos y mejorar así la calidad en este ámbito. Lo que pocos vieron – hasta el momento – fue el proyecto inhumano que había detrás de ello: un laboratorio de ratas. En otras palabras, médicos expuestos a intensas horas de trabajo, la sobrecarga asistencial y una agenda de 50 a 60 pacientes diarios, la saturación de los centros de salud, y la interminable lista de espera a las que nos vemos sometidos los ciudadanos para recibir un derecho del que como humanos no estamos excluidos. Traduciendo esto a datos numéricos, según declaraciones de la Amyts, más del 20% de las consultas médicas están sin cubrir y más de miles de madrileños sin médico asignado.
En definitiva, no veíamos el desastre que se nos venía encima. Un nefasto e inviable plan que ha dado lugar al disgusto y abandono de los pacientes y del personal médico, y que ha desembocado incluso en episodios de agresión hacia profesionales en un centro de salud de Guadarrama, como sucedía hace apenas escasos días.
Desprovistos de recursos económicos y profesionales, a este gran laboratorio se añade también la cantidad de dimisiones, renuncias y ceses que se están sucediendo ante esta insostenible situación, y el demoledor recorte de personal en comparación al que ya había antes de la crisis de la COVID-19. Un despropósito contra el cual Madrid levantó este domingo, para reivindicar que “La sanidad no se vende, la sanidad se defiende”, como ha expresado la líder de Más Madrid, Mónica García, para La Sexta noticias.
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