Retroceder dos pasos para avanzar uno. Podría ser el gran lema de una campaña publicitaria, pero no. Ciertamente, es una de las frases que bien se podría adaptar al derecho de las madres y al bienestar de sus hijos, y de ellas mismas. Y para bienestar, amamantar, dar el pecho –llámenlo ustedes como quieran–. Y no es para menos, pues varios estudios han demostrado que la lactancia materna aporta una notable cantidad de beneficios para el ambos.
Estos días se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna, y muchas madres gritan a pleno pulmón la visibilización de la misma, la visibilización de los problemas que les acarrea y la necesidad de recibir apoyo.
Luisa Maria Seoane, investigadora del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela (IDIS) ha explicado que la lactancia materna prolongada reduce el riesgo de padecer obesidad en la edad adulta. El estudio, practicado en roedores, y que se pretende extrapolar a humanos, gracias a la unidad de pediatría del hospital clínico de Compostela, ha realizado esta gran revelación, que se suma a la ya conocida lista de beneficios de la lactancia natural. Entre estos está el notable impacto en el metabolismo del bebé, la importancia en el desarrollo neuronal, el aumento del vínculo afectivo materno, y la dotación de anticuerpos, claves para evitar ciertas patologías y enfermedades. A todo ello se añade, por supuesto, aquellos que hacen referencia a las madres.
La sociedad ha evolucionado, se ha constatado los beneficios de esta práctica que se remonta a los principios de la humanidad, nos volcamos en los beneficios en el bebé, pero nos olvidamos de las madres, la fuente de la vida. A nadie parece importarle el papel que las madres adoptan en este juego. En la mayoría de los casos se encuentran solas en el proceso, sumidas en una terrible tristeza y presión por parte de su entorno. El sentimiento de culpa por no aportar la cantidad de leche necesaria para saciar al bebé o no poder dar directamente las tomas, y el sufrimiento son cada vez más evidentes entre las madres actuales, que a pesar de ello se niegan a abandonar el proceso e iniciar el destete. Al contrario, quieren dar el pecho por propia iniciativa, pero las exigencias laborales y sociales provocan que no disfruten, que sea una realidad no soñada, que no sea aquello que con tanto ímpetu deseaban cuando llevaban una vida de escasos centímetros en su interior, que no sea tan idílica como lo imaginaban.
Es evidente que la sociedad debe reivindicar y visibilizar la lactancia materna, aspecto que está avalado por la medicina y la ciencia. No obstante, a este derecho también se añade la necesidad de la atención primaria, profesionales que acompañen a las madres en el duro proceso de la lactancia materna, que les aporten apoyo psicológico y emocional, para que este camino sea lo más feliz y satisfactorio posible tanto para la madre como para el lactante. A veces pasamos por alto que para el desarrollo saludable de nuestro bebé depende de que las madres estemos bien. María Velasco, médico psiquiatra, puntualiza en un video para el canal La Vida Madre que “si nosotras estamos sufriendo en ese proceso, no vamos a poder cumplir la función fundamental de la lactancia materna”.
Hoy día la lactancia materna se ha convertido en casi un precepto de género, pero no debemos olvidar, cómo no, respetar también a aquellas madres que deciden no dar el pecho y suplirlo por leche de fórmula. Parte de este proceso de aceptación se ciñe en que el entorno les reconozca como personas, humanizarlas, conocer el momento en el que están, que tienen derecho a decidir sobre su cuerpo y su salud, que tienen que pensar en su propio bienestar. Actualmente la conciliación es el principal problema, y la sociedad juzga y etiqueta a las mamás como “superwoman”, cuando este concepto no coincide con las condiciones para que estas desarrollen una adecuada salud mental.