Alerta Roja para la cultura
Alerta Roja para la cultura

Puede parecer que la gente de las artes escénicas y la música, así como todo el sector de la cultura estamos todo el día quejándonos. Puede parecer también que nosotros, los de la cultura nos pasamos de fiesta gran parte del tiempo. Sexo, droga y rock&roll después de cada espectáculo, de cada concierto o de cada evento. Puede parecer incluso que alguien que haya tocado tres veces en Nueva York, París o Samarcanda está montado en el dólar. 

La eterna queja. Se escucha un largo lamento que viene de lejos. En 2008 empezó la crisis que dejó al sector herido de muerte. En 2011 ya todo era noche. 

Por aquellos años empecé a trabajar en distribución musical. Los de la “generación perdida”, nos decían a los de mi generación. Compañeros y amigos del sector contaban batallitas de cómo habían sido los años de bonanza, cómo funcionaba todo antes… Una de las cosas que más me sorprendían era eso que contaban de cobrar por adelantado el 50% de un concierto para poder afrontar los gastos de desplazamiento, entre otras cosas, y luego cobrar la otra mitad justo antes de empezar el concierto o justo al terminar. Cobrar justo al terminar tu trabajo, ¡qué locura la de aquellos años! (Y nosotros venga a pagar dinero por adelantado para ir a tocar. Ya lo recuperaremos después si eso.) 

Y empezó la crisis. Y ahí empezamos a librar una batalla por la supervivencia. Cuando me pedían presupuesto para un concierto del grupo con el que trabajaba la respuesta casi siempre era que podían pagarnos el 40 o el 50% de lo que yo les había planteado. Hubo una vez incluso que querían que fuéramos al norte de España desde Cádiz y lo que nos pagaban no daba ni para cubrir la gasolina de la ida. Obviamente no fuimos, claro está. 

Entre aquella anécdota y hoy han pasado cinco años. No es mucho, la verdad, pero en esos cinco años hemos ido sacando la cabeza poco a poco, con el agua al cuello la mayoría de las veces, pero la hemos ido sacando como hemos podido. Parecía que empezábamos a remontar un poco, pese a que el camino venía con curvas, altibajos y montañas rusas y que en siete años con este grupo habremos cobrado el caché que pedíamos cuatro o cinco veces, no más. Nueva York, Boston, París, La Habana, Samarcanda, Astaná, Chicago, Miami… Precariedad. Vergüenza me daba muchas veces al hacer las cuentas y ver las nóminas de cada uno de nosotros, pero más vergüenza me daba decirles a los músicos “a cuánto salía el bolo”. Polonia, Marruecos, Francia, Portugal, Austria, República Checa… Aun así, había que seguir. O hacer conciertos mal pagados o no hacerlos y quedarnos de brazos cruzados. Precariedad o barbarie. 

Parecía que empezábamos a remontar, decían, pero en esa precariedad andábamos nosotros en la época pre-Covid. Pese a todo siempre hemos salido hacia delante con la cabeza alta y con alegría. Precarias pero alegres. 

Y en marzo llegó la pandemia y nos volvió a coger, esta vez malheridos. El trabajo que teníamos para este año era el trabajo que había empezado un año antes y que ha sido cancelado al 90%. La alegría esta vez costó trabajo sacarla a flote. En mi caso concreto la sensación era la de haber estado subiendo una cuesta muy empinada con una carga muy pesada y al haber llegado a la cima haber sentido como si me tiraran una piedra enorme encima. Esa piedra me ha dejado atontada varios meses y creo que aún no me he recuperado del golpe. 

¿Dónde están las administraciones, podemos pensar? A veces pienso que no sé si es mejor que las administraciones se olviden de nosotros y que no nos ayuden, teniendo en cuenta los caramelos envenenados que pueden llegar a ser las ayudas o subvenciones que nos dan. Hoy precisamente es un inicio negro de semana para mí. Cuando pensaba que las cosas no podían ir más precarias y deprimentes viene la Junta de Andalucía a dar el remate final pidiendo reingresar parte de una ayuda a gira internacional que nos dio en 2017 y que he justificado y requetejustificado. Si me quedan fuerzas, algún día os contaré el porqué de este incomprensible requerimiento de devolución. 

Hay que prepararse bien porque el 2021 viene duro para la cultura. Nos tendremos que cargar de energía y optimismo para salir hacia delante, como siempre lo hemos hecho.

Hoy, permitidme que me cueste sacar la alegría y que me halle sumida en un largo lamento.

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