Libros en la calle. Libros aparentemente olvidados en el banco de un parque o junto al andén de una parada de metro, para que cualquier curioso los tome, lea y devuelva del mismo modo al siguiente lector anónimo. Libros dispuestos en espacios tan originales como cabinas telefónicas o postes de madera que costaría imaginar tan peculiar destino. O en fin, libros recogidos en la basura por los trabajadores de la limpieza y posteriormente ubicados en una biblioteca callejera.
La sombra de los libros es mucho más alargada de lo que pensamos en relación al intercambio de libros —bookcrossing—, la infinidad de iniciativas ligadas a compartirlos libremente en artilugios habilitados al efecto o la reutilización de espacios públicos. Un solo vistazo en internet o en las redes sociales, permite dar buena cuenta de las innumerables iniciativas al respecto, sobre todo en el ámbito local; y, más allá del afán colaborativo, también aportan otro dinamismo a la utilización del espacio público en las ciudades.
En el caso de Quito reciben el nombre de andoteca, un proyecto bellísimo e imprescindible para una ciudad que apenas distingue entre un ladrillo y una botella de cerveza en lo que se refiere al interés por la lectura, a lo que se une otra lamentable multiplicidad de factores: carestía de los libros, dejadez de las instituciones públicas y carencia del mínimo rigor en el desarrollo de políticas afines al caso, escasez de librerías, insuficiente interés por parte de los medios de comunicación, etc.
Las andotecas nacieron con la premisa de “tender un puente directo entre la gente y los libros tentando a los primeros colocando obras en un lugar de fácil acceso y de mucho tránsito” según señala un reportaje del diario El Comercio, por medio de unas discretas y funcionales estructuras cilíndricas en forma de buzón, con libros en su interior y ganas de compartir. Además, de carácter gratuito y sin necesidad de acreditación alguna, basándose únicamente en el bello espíritu de llevarse el libro y donar otro para que los lectores multipliquen su generosidad, además del consiguiente efecto de réplica.
Las andotecas nacieron con la premisa de “tender un puente directo entre la gente y los libros"
Con tales premisas, el proyecto se hizo acreedor de uno de los fondos concursables convocados anualmente por el Ministerio de Cultura y Patrimonio del país, de forma que con el dinero recibido pudiera ampliarse la red de Andotecas a lo largo y ancho de la ciudad, así como dotar a dichos espacios de voluntarios encargadas de su mantenimiento. En ese contexto, las andotecas han gozado de una excelente acogida desde su implantación, pero durante estos días han sido noticia por hechos bien diferentes a los que motivaron su creación. Aunque ya estamos acostumbrados a las torpezas de la gestión municipal, la gota que colmó el vaso parece tomada de una telenovela.
Una mañana tan cotidiana como la presente, los diligentes servidores de la Agencia Metropolitana de Control (AMC) del municipio de Quito se presentaron en una de las andotecas, en este caso la situada frente a una librería de literatura infantil y juvenil, e impusieron una sonora multa de 100 dólares por supuesto “mal uso del espacio público”, además de condicionar la eventual interposición de recurso al previo depósito de la sanción en referencia. Una verdadera tomadura de pelo, comenzando por el concepto “mal uso del espacio público” por parte del municipio, cuya interpretación es irrisoria y más propia de un rebaño de cabras en celo.
Además de poner en tela de juicio la actuación de las autoridades mencionadas, el hecho ha generado una amplia controversia y mensajes de apoyo por parte de los habitantes de la ciudad, trasladándose también a redes sociales medios de comunicación. Todo ello ha situado además a Quito en el mapa de las imbecilidades cometidas contra la cultura. Menos mal que aún queda un afortunado consuelo: la belleza de la ciudad contradice con creces la escasa capacidad de gestión de su alcalde.
Hasta el propio Ministerio de Cultura y Patrimonio emitió un comunicado oficial mostrando su preocupación en relación a las andotecas, señalando que “sus promotores han sido multados y el anaquel retirado del frente de la librería infantil ‘El oso lector’, bajo el argumento de que este hacía ‘mal uso del espacio público’. Es posible que esta decisión la haya tomado un funcionario que quizá no ha entendido a cabalidad la importancia de iniciativas culturales como las ‘bibliotecas de la calle’, mismas que han sido probadas con éxito en varios países el mundo”. Bibliotecas en la calle. Espacios nacidos para leer. Es muy fácil de entender. Así sea en Quito o en cualquier ciudad donde ustedes vivan.
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