Lo que tiene el arte es que perdura. Debe ser que Martínez-Almeida, alcalde de Madrid, lo ignora y por eso ha excluido los versos de Miguel Hernández del memorial que en el cementerio de la Almudena sirve de homenaje a las víctimas de la represión franquista, un memorial del que también fueron arrancados los 2.394 nombres de hombres y mujeres que fueron asesinados y fusilados frente a las tapias del camposanto madrileño. Asido al viejo dicho aquel que dice que lo que no se nombra no existe, parece que Almeida quisiera eliminar lo que quede de memoria, de digna y justa memoria.
Las élites de poder más reaccionarias siempre han arremetido contra la cultura sabedoras de que en ella está la conciencia, la capacidad de movilizar y despertar a una sociedad adormecida a través de expresiones artísticas que arraigan para hacer crecer la libertad de pensamiento y obra. El propio Miguel Hernández fue víctima de ello y murió en una prisión franquista enfermo de tuberculosis. No así su obra, universal y eterna, en cuyo germen rural siempre hubo un hondo cariz de denuncia: “Hoy el amor es muerte / y el hombre acecha al hombre.”
A pesar de las amenazas y los castigos, la cultura siempre ha tenido un cariz irreverente, contestatario e incómodo que ha hecho de ella un “arma cargada de futuro”. Y por ello hoy en día se la degrada a ser catalogada como una simple cuestión de entretenimiento. Libros, películas, series vacías de contenido, y empleadas a modo de desconectarnos de una realidad que nos ahoga y mutila nuestros derechos, llenan en forma de bestsellers los espacios que deberían ser para la reflexión y el pensamiento.
El pintor, el músico, el escritor, el cineasta, el artista en general debe adquirir un compromiso con su obra y con su tiempo para situarse frente por frente a la injusticia social y a la barbarie, para denunciar aquello que el poder calla sin someterse a él ni subyugarse a los mercados. “Mejor solo que vendido”, diría Javier Egea en un puro ejemplo de honestidad creativa.
Lo que Almeida hace es mucho más que un gesto, es una ofensa. Lo que no sabe es que arrancando las flores no detendrá la primavera. Que como Miguel somos muchos los que por la libertad sangramos, luchamos y pervivimos.