Los espacios públicos

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A principios de semana el grupo municipal de IU en el Ayuntamiento de Benalup-Casas Viejas presentaba una moción para que el pleno acordara recolocar, en el sitio donde originariamente estaba, el monolito que la CGT –entonces CNT– Andalucía, colocó en enero de 1983 en la Alameda, la principal plaza del pueblo, cuando se cumplía el cincuentenario de la masacre de 1933.

No es aventurado decir que está entre las primeras acciones dirigidas a dignificar a quienes habían sido masacrados por soñar con una sociedad mejor y, aunque desde fuera, un llamamiento a los casaviejeños a no sentir vergüenza de un hecho por el que tanto habían sufrido y hasta convertido en un estigma. Muchos recordaran que, entonces, la colocación de la escultura no estuvo exenta de ciertas dificultades e incluso el fantasma del miedo volvió a subir por las calles Nueva y la todavía Medina.

Pasó el tiempo y un buen día, a comienzos de los 90 del siglo pasado, se decidió remodelar la plaza. Entre otras cosas la escultura de Carlos Fraga “voló”, desapareció y, durante mucho tiempo, de ella nunca más se supo. Unos años después, el entonces concejal de IU José González solicitó la reposición de la escultura. No sólo le fue rechazada la petición sino que llegó a oír como le decían  que nunca volvería a ella.

Los años han seguido pasando, casi veinte, y durante ellos la escultura reapareció de las oscuridades y se colocó en la plaza de los Jornaleros. Un lugar alejado del centro de la población y hacia donde parece hay la intención de desplazar la memoria de lo ocurrido en 1933. Siempre hay quien quiere construir la historia y la memoria de un pueblo a su gusto. Primero la escultura fue colocada sin ningún elemento identificativo. Como una especie de amasijo de hierros sobre una base de ladrillos. Después, tras diversas peticiones, apareció algo semejante a una copia del azulejo original. Eso sí, ninguneando la firma de quien había colocado la escultura en 1983. Así, como iniciativa anónima, permanece hasta hoy.

Siempre han sido menospreciados, insultados y penalizados quienes han luchado por un mundo mejor. Si además se le une las terribles circunstancias en las que se produjeron los sucesos el campo estaba abonado para que durante décadas se sintiera vergüenza y miedo. Cuarenta años de dictadura y otros tantos de un despotismo ilustrado bañado de una capa de democracia mantuvieron la situación.

La noticia de la moción de IU es síntoma de que los habitantes de Casas Viejas se están reconciliando con su propia historia. Lo ocurrido en enero de 1933 no es algo de lo que haya que avergonzarse. Todo lo contrario, más allá del sufrimiento ocasionado a los asesinados y a sus familias, los sucesos de Casas Viejas se han convertido en uno de los símbolos más destacados de las difíciles relaciones entre gobernantes y gobernados y, sobre todo, en ejemplo de la necesidad de luchar para conseguir una sociedad más justa. Entonces y ahora.

Que la escultura vuelva a ocupar el espacio principal de Casas Viejas que tenía dotará de significado a un espacio que, para suerte de sus habitantes, es una las señas identificativos de una cuestión tan importante como es la del ejercicio del poder.

Esperemos que la noticia se confirme.

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