A nadie escapa que acabamos de vivir una semana loca en la que se han producido acontecimientos ciertamente relevantes que pueden marcar el devenir de nuestras vidas en los tiempos que vienen. No por ello me voy a detener hoy en la insólita victoria electoral de Trump sobre la que se han publicado cientos de miles de artículos. En este punto destacar tan sólo el profético artículo publicado el pasado mes de julio por el genial Michael Moore en el que vaticinaba la derrota de Clinton en base a cinco razones que se han cumplido con precisión milimétrica. Ese análisis, anticipado en cinco meses a la cita electoral, resume de manera magistral las miles de razones que otros pretenden dar a posteriori intentando explicar lo inexplicable, o al menos justificarlo.
Tampoco me voy a extender sobre la naturaleza de ese tratado de cinismo en el que Ramón Espinar ha querido convertir la compraventa de una vivienda protegida, transformando así una operación puramente especulativa en la triste historia del joven al que el sistema privó del sueño de la emancipación habitacional. Nada se ha vuelto a saber sobre el origen y naturaleza del préstamo paterno, nada se habló sobre lo elitista de la compra y cómo el destino lo eligió entre cientos de miles de jóvenes sin techo. Total, si sólo fueron 20.000 euros de beneficio que empleó en hacer un máster y comprarse un portátil, que no le dio ni para invitar a unas cañas a los compis de su círculo de Podemos. Visto lo visto, a él como a Trump, el esfuerzo de los poderes conjurados sólo ha servido para llevarles a la victoria final y en su caso, que se sepa, sin que Iceta haya intervenido con su clásico: Go Rita, Go, lo cual ya tiene su mérito.
Fue esta también la semana en la que el paso del tiempo, el mayor asesino de la historia, acabó con las vidas de Paco Nieva y Leonard Cohen, convictos y confesos de haber convertido la palabra en patrimonio artístico. Va siendo hora de que alguna vez los poderes ocultos se conjuren para investir de eternidad a quienes consagraron su vida y su trabajo a procurar el disfrute de sus congéneres, mientras tanto toca seguir colgados del pasado.
Y conocimos en esta semana loca que Rufián y el pegamento tienen un punto en común que se llama Esquerra Republicana. Vistas las afirmaciones de Dolors Bassa, Consejera de Asuntos Sociales de la Generalitat de Cataluña en representación de ERC, uno tiene sus dudas sobre que es más peligroso para los niños en esa comunidad, si esnifar pegamento con todos los riesgos para la salud que ello implica o educarse en las “madrazas” del fundamentalismo independentistas, y aquí es donde se podría encontrar una razonable explicación al proceder de Rufián. Ambos la Consejera y el Diputado han encontrado en el ataque a Andalucía su razón de ser en política, ella como Consejera huyendo de su responsabilidad en materia social y de su incapacidad de poner remedio a la situación de esos niños con serios problemas de adicción, y el como Diputado intentando convencerse a si mismo de la utilidad de su trabajo parlamentario que se reduce hasta ahora al insulto grosero y la descalificación gratuita hacia la tierra de sus antepasados.
Cuando se entra en el peligroso juego de crear un enemigo exterior al que responsabilizar de las propias carencias es que algo huele a podrido en Cataluña y no es precisamente el pegamento.