Mamá, la psicóloga de TikTok dice que tengo TDAH

Con el tema de la salud mental, hemos pasado de la estigmatización a no parar de sacarla a colación

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Filóloga y escritora.

Juan y Pepe, personas con problemas de salud mental, en la sede de Afemen.
Juan y Pepe, personas con problemas de salud mental, en la sede de Afemen. ESTEBAN

Quizás está mal, pero hay que reconocer que el tema de la psicopatologización es muy entretenido. TikTok nos ha hecho mucho más interactiva la búsqueda de una patología; la precursora búsqueda en Google, que siempre acababa en cáncer, es ahora un vídeo de 30 segundos sobre las características de tal o cual enfermedad mental, hashtag #saludmental.

La plataforma está llena de una fauna de lo más interesante, gente como LuLi. LuLi es tiktoker, tiene más de medio millón de seguidores en su cuenta y, de acuerdo a su bio, se dedica a “compartir el convivir con el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad), informar y concientizar”. En uno de sus videos, una sonriente LuLi, con música divertida de fondo, nos comenta cuatro rasgos del TDAH: 1. Stimming constante (morderte las uñas, tocarte el pelo, etc.), 2. Foco en el lugar equivocado, 3. Desconectarte de las conversaciones y 4. El constante “¿para qué vine acá?”. Yo me pregunto si habrá alguien en el mundo que no se sienta identificado con estos rasgos. Alguien que, después de ver el vídeo, no pare a cuestionarse, al menos un segundo, si podría tener TDAH. Con esto quiero decir que entiendo que la pobre LuLi solo quiera concientizar sobre el tema, pero a mí su buena intención me recuerda a la historia de aquel señor que llegó a mi pueblo, se puso una bata de médico y, todavía no se sabe muy bien cómo, empezó a pasar consulta y a recetar medicamentos.

Reconozco que, después de ver el video de LuLi, vi muchos más porque mi feed ya sabía que yo tenía ciertas sospechas. Entré en el K-hole de las redes, que ya se sabe cómo es, y del TDAH pasé al PAS (Personas Altamente Sensibles), del PAS al TOC (Trastorno Obsesivo-Compulsivo), del TOC al TEPT (Trastorno de Estrés Postraumático) hasta llegar al Tourette. Viendo videos sobre el síndrome de Tourette, me salió uno sobre el caso de Jan Zimmermann. Tuve que comprobar fuentes más fiables porque me costaba creer que la historia fuese real. Al parecer, este chaval, que es algo así como el Xocas alemán con Tourette, allá por 2019 era el segundo YouTuber más famoso de Alemania. De repente empiezan a llegar chavales a las consultas médicas de todo el mundo con unos tics parecidos a los del Tourette, pero sin ser Tourette. Como si eso no fuese suficiente paranoia, resulta que lo que todos tienen en común es que son fans de este personaje. A esto llega una señora que es como la Fernando Simón de la psiquiatría, la doctora Kirsten Müller-Vahl, a decir que lo que le pasa a esos chavales tiene nombre y se llama Enfermedad Sociogenética Masiva (MSI). La mujer explica de manera muy profesional y detallada que esos comportamientos son el “mamá, mamá, mira sin manos” de un montón de adolescentes con crisis de identidad.

Esto, que podría ser perfectamente el argumento de un capítulo de Black Mirror, tiene que ver en realidad con el poder de la autosugestión que, fíjense, podría transcribirse en curación espontánea, pero se queda en emulación de una afección del sistema nervioso.

No puedo evitar que estos diagnósticos predeterminados de las redes me recuerden al mítico video del señor detenido en Alicante, que, al ser esposado, comienza con esa retahíla de: “Soy abogado, soy profesor, estoy embarazado, soy vigilante de seguridad, soy secreta, soy testigo de Jehová y del Opus Dei”. Para qué mentir, todos somos ese señor alicantino en lo que respecta al autodiagnóstico, porque tener un dictamen justifica nuestra realidad. ¿Se me olvidó apagar el fuego de la cocina? Tengo TDAH. ¿Le doy muchas vueltas a lo mismo? Soy PAS. ¿Me da paz mental ver el váter limpio? Tengo TOC. El problema de evaluaciones como estas es que están aprobadas por Chayanne y no por un profesional médico cualificado en salud mental.

Tengo que decir que, a pesar del daño que este tipo de contenido está ocasionando en el sector, a LuLi y a tantas otras personas que, como ella, no tienen el router conectado a la roseta, hay que agradecerles la difusión porque, con el tema de la salud mental, hemos pasado de la estigmatización a no parar de sacarla a colación. Seguramente, esta mayor visibilidad también haya ayudado a algunas personas a encontrar respuestas que hayan reducido significativamente su angustia vital. Por esto, a todas las LuLis del mundo, gracias.

Supongo que el objetivo último debería ser dar con las herramientas necesarias para aprender a gestionar nuestras dificultades sin importar el diagnóstico. Quizás sea hora de interiorizar que el desasosiego y el malestar son cosas naturales en ciertos momentos vitales y que no todo se cura con un alprazolam. Igual podemos intentar hacer algo más de trabajo introspectivo y dejarnos de tanto rosario con el “soy mujer, soy transexual, soy travesti, soy culturista, estoy embarazado de gemelos, soy religioso, doy clases de chino mandarín...”.

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