La Cartuja de Jerez: oración y 'resort'

Cuando todo hacia pensar que el monumento se iba a cerrar por los siglos de los siglos, el Obispado da un golpe de mano –centro turístico, bodas– basando en parte lo que se quiere hacer en cómo se vivía hace siglos

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador de lavozdelsur.es. He publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

Bonita imagen de la Cartuja.

Los planes del Obispado de Asidonia-Jerez para convertir la Cartuja en una especie de resort (por ahora sin campo de golf, eso sí), son francamente atractivos y las monjas brasileñas que llegarán próximamente al monumento, tendrán que compartirlo para uso turístico de las visitas que se prevén.

Además de centro de visitas (o como se quiera llamar), es una idea excelente la conversión de la Cartuja o el Complejo la Cartuja, en una especie de palacio de las bodas. El servicio puede ser integral, con celebración de boda en la capilla, celebración posterior del festejo en una carpa al aire semi-libre -impagable la imagen de una conga por los jardines con los amigos del novio con la corbata anudada en la frente- y luego incluso cabe plantearse si la hospedería que se quiere abrir estaría en disposición de albergar a los invitados e incluso a los novios, en su noche de bodas, lo que nos llevaría a otra curiosa reflexión sobre la que no vamos a ahondar más (¿no se han enterado de la instauración del 'pajaporte', la última del Gobierno?), no sean rijosos, hala.

Realmente, en España somos así. Que hace unas semanas estábamos advirtiendo de que el Obispado debería pedir por favor a la Guardia Civil que, entre multa y multa en ese tramo de carretera tan especialmente proclive a acabar en ‘receta’, los agentes tuvieran a bien darse una vuelta de vez en cuanto por la Cartuja, para impedir cualquier acto de vandalismo o de okupación debido al abandono por los siglos de los siglos que nos temíamos para tan singular monumento, a hablar abiertamente de una especie de centro turístico de primer orden, con especial atención a las bodas, y eso sin que por ahora se haya recurrido a ningún tipo de aparición mariana, que eso ya serían palabras mayores.

Desde estas líneas, o desde su hermano pequeño ‘El billetito’, siempre pensamos que la marcha de las Hermanas de Belén tenía algo que ver con la existencia de algún planeamiento turístico que afectase su paz y tranquilidad, su retiro en plena campiña jerezana. Lo que no sabíamos exactamente es de qué autoridad podría proceder dicho planeamiento y, de hecho, estábamos equivocados, porque más bien se apuntaba al Ayuntamiento de Jerez y a la Junta de Andalucía, en su afán por recuperar el río Guadalete para la ciudad, una especie de frase hecha que usa todo perrito pichichi, incluido este cronista, sin reparar en que no se puede recuperar lo que nunca se ha tenido… Total, que al final era el obispado el que tenían ‘planes’ para la Cartuja, para lo que deberíamos llamar ya, sin complejos, el Complejo la Cartuja.

Es que, según hemos podido leer estos días todo lo publicado sobre el plan que hay sobre la mesa, la Cartuja es total por la simple razón de que en su tiempo ya lo era, así de simple. Los cartujos –que es a lo que lleva andar haciendo analogías continuamente con el pasado– lo sabían perfectamente y disfrutaban de ello. Vaya, que nos han dado a entender que la Cartuja ya fue en su día casi un ‘Complejo’: que de ‘celdillas’ para dormir, nanai, que los cartujos al parecer dormían en una especie de dúplex o habitaciones suite; que paseaban con sus magníficos caballos por la ribera del río –sí, del río que se quiere recuperar, una vega fértil que también surtía de buenos alimentos– y que incluso había en el recinto algo parecido a una piscina, con el pequeño matiz de que se cree que era más bien para uso y disfrute de los caballos. Vaya, que los cartujos tenían sus horas de ‘ora et labora’ y sus momentos de esparcimiento, que qué bien, por cierto… que Jerez, salvo la posguerra y sus rancios, siempre ha sido una ciudad –con su correspondiente campiña– tirando a disfrutona.

Veremos cómo va priorizando las piezas del proyecto en los próximos meses el grupo de trabajo que ha designado el Obispado y cómo encajan las monjas brasileñas en todo este entramado abierto al turismo y a las bodas. De momento pinta bien lo que se quiere hacer y la historiografía que se ha buscado para decir ahora eso de que “es que ya en tiempos de los cartujos…”.