Estampas estivales: el veraneo de 'El Rumano'

Carlos Piedras, nuevo jefe de Edición y Opinión de lavozdelsur.es, en un retrato en la redacción del periódico.

Nací en Madrid, en 1965, aunque llevo exactamente media vida viviendo en Jerez. Soy licenciado en CC de la Información (Periodismo) por la Universidad Complutense. He sido jefe de la sección local del Diario de Jerez y también he trabajado en Información Jerez y el Diario Ya (época de Antena 3). He colaborado con El Mundo, Economía y Empresas, Notodo… Soy socio fundador y colaborador habitual de lavozdelsur.es. Últimamente he publicado el libro ‘Sherry & Brandy 2.0’ y he redactado el guion del documental sobre el vino de Jerez ‘Sherryland’. Todo esto ha hecho que me vaya haciendo una idea aproximada de las cosas… 

Una imagen retrospectiva de la plaza del Arenal. FOTO: MANU GARCÍA
Una imagen retrospectiva de la plaza del Arenal. FOTO: MANU GARCÍA

El Rumano ha comenzado a veranear. Desde hace un par de días se le puede ver por el centro de Jerez en camiseta de hombreras y pantalón corto. Esa es toda su concesión al verano. A veces va a El Puerto, pero en su caso eso no significa necesariamente ir a la playa. El Rumano es, claro está, de Jerez de la Frontera.

Nadie sabe exactamente porque llaman el Rumano a ese tipo moreno, de unos cuarenta años, cercano al 1,90 y que debe pasar de los 100 kilos. Un tipo de cuidado. Una especie de pilier de rugby que en su vida habrá oído esa palabra, igual que seguro que ni siquiera sabe que le llaman el Rumano. Yo lo oí la primera vez hace unos años en Los Frikis, como era conocido un bar que estaba en la plaza de San Andrés al que cualquiera que haya ido o incluso pasado por la puerta seguro que no hace preguntas sobre por qué lo llamaban Los Frikis.

El Rumano no suele entrar en los bares, lo cual no significa que no esté continuamente bebiendo: él siempre lleva un litro de cerveza en la mano, no necesariamente frío, no nos vayamos a poner finos. Lo maneja de tal manera que casi pasa desapercibido, pegado al cuerpo gracias a la excepcional curvatura de la mano que consigue, que está a punto de formar menos de un ángulo recto hacia adentro. Los nietos de los nietos de los nietos de sus nietos lo conseguirán. Bajar del ángulo recto en la curvatura interior de la mano, quiero decir.

Es difícil ver al Rumano lejos del eje que forman Porvera, Larga, Lancería y Arenal. Vale, puede pasar por Consistorio, Plateros, Cristina, San Andrés… pero seguro que el Rumano no ha pasado en su vida de la calle Paul salvo para ir a los juzgados, posiblemente. Yo, por ejemplo, no me jugaría un pavo a que el Rumano sabe definir perfectamente en qué consiste la Feria del Caballo.

Él antes ni siquiera solía llegarse hasta la plaza del Arenal, en verano se quedaba en la calle Larga tomando el fresco, lo hiciera o no. Hacía migas con esa señora mayor menudita con varios perritos que antes se veía por el centro, casi siempre por la noche, esa que siempre iba de oscuro y que se pintaba a mitad de camino de Simone de Beauvoir y Alice Cooper. Por eso, el Rumano, a su manera, seguro que no es mal chaval. En la medida que puede. Muchas veces le he visto sentado en un banco haciendo compañía a la señora.

Ni idea de lo que hablaban: de los perritos, de la temperatura de la cerveza, de la vida, de lo sola que está la calle Larga por la noche… Cualquiera sabe. Ahora se le ve más, ya digo, por la plaza del Arenal. Se ha hecho más o menos amigo de, digamos, los Clochards. No obstante, él no duerme por ahí, en la calle, a no ser que le apetezca. Tiene tarjeta de banco y recientemente va con una chavala que por detrás casi parece una modeluqui, aunque tras adelantarla y volver la vista su cara dice que estaría seriamente dispuesta a competir con Patti Smith en cualquier disciplina no olímpica. De hecho ya habría empezado.

En la plaza del Arenal, lado oeste, el de la arquería, a lo largo del día concurren muchos grupos por el control y uso del suelo: los Clochards, los Jeunes Magrebíes, los Raperillos, los Turistas, las Madres del Cervantes… aunque según la hora, unos ni siquiera saben de la existencia de los otros. Ahora que, cuando aparece el Rumano con su eterno litro de cerveza… es imposible no reparar en su presencia. El otro día, sin ir más lejos, tuvo un problema con tres de los Jeunes Magrebíes.

No parece que haya problemas serios entre los Clochards y los Jeunes Magrebríes, pero son muchas horas tolerándose… El caso es que el Rumano se cruzó la otra noche con tres –el cronista fue testigo— y los llamó “moritos de mierda” no se sabe muy bien por qué, si fue gratis o la cosa venía de antes o qué... Los chavales se giraron inmediatamente y le hicieron frente, pero no hubo pelea. Le dijeron de todo en árabe… y ya. Ni el Rumano dio el primer paso para pelear –al fin y al cabo eran tres chavales jóvenes y cabreados— ni los moritos, por seguir con el término con el que él se refirió a los jóvenes magrebíes, se decidieron, probablemente convencidos de que aunque ganaran, ese iba a ser un concepto muy relativo.

Con su camiseta de hombreras, su pantalón corto y su litro de cerveza, el Rumano ha comenzado a veranear en Jerez…

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